5 de marzo de 2020.
JUEVES I DEL TIEMPO DE CUARESMA.
CICLO A
¡Paz y bien!
Evangelio según san Mateo 7, 7-12.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
¡Buenos días!
Sin duda alguna creo que no me equivoco cuando afirmo que el evangelio de hoy es uno de los que más nos gustan y nos tranquilizan porque francamente ¿a quién no le gusta pedir y que sus deseos se vean colmados cuanto antes mejor? Eso es precisamente lo que san Mateo nos presenta hoy en este texto. Pero la pregunta me salta inmediatamente una vez leído este texto ¿sé lo que pido? ¿sé aceptar la voluntad de Dios o por el contrario sólo le expongo una lista de deseos para que, cuanto antes me los colme y cumpla para yo alcanzar la felicidad?
La verdad es que, a todos y a mí el primero, se nos ocurren mil cosas que podemos pedir, buscar, y que en nuestra opinión merecen la pena como para “tocar a la puerta” de Dios. Conocemos muchas de las peticiones que con frecuencia se dirigen a Dios: la salud, el dinero, que nos toque la lotería, aprobar los exámenes, encontrar un trabajo, ganar un partido de fútbol, conseguir novia o novio, que nuestra familia y amigos estén siempre bien… la lista es interminable. Y para que Dios vea nuestro interés y buena intención le prometemos cosas a cambio, acabando por establecer un comercio con Él, en el que le hacemos una variedad importante de ofertas: peregrinar a santuarios, caminar descalzos, subir escaleras de rodillas, hacer limosnas… hasta las asombrosas promesas en las que quien se compromete lo hace por otro. Francamente ¿es este el Dios que queremos y en el que creemos? Si no nos da lo que pedimos en cada momento ¿es malo? ¿no me escucha, me tiene castigado o se ha olvidado de mí? ¿No es esto totalmente incompatible con nuestro Dios que es Amor y que vela siempre por nuestra vida, felicidad y bienestar? ¿Por qué reducimos a Dios a un mero “genio” que colme únicamente nuestros deseos?
Debemos avanzar y superar esta interpretación liberalista que, durante tantos años, hemos hecho y que nos ha llevado a crearnos una imagen de Jesús como si de un “Dios tapagujeros” se tratase. Tenemos la imagen, equivocada, de un Dios que debe solucionarnos mágicamente los problemas que se nos presentan y que actúa saltando las mediaciones humanas. Hoy, Mateo nos recuerda que nuestro encuentro y nuestra relación con Dios requiere una actitud de pobreza, humildad y necesidad radical. Requiere que abandonemos nuestras seguridades y sepamos negarnos a nosotros mismos. De lo contrario, la autosuficiencia de la que hacemos gala en muchas ocasiones, y la autocomplacencia de aquellos que sólo piden para su propio placer hacen muy difícil nuestra relación con Aquel que es el Autor de la Vida.
Jesús nos dice sencillamente que Dios nos va a dar cosas buenas (el Espíritu, en el texto paralelo de Lucas). ¿Coincidirán nuestros criterios y el de Dios sobre qué cosas son buenas? Tenemos que vivir nuestra fe desde el anhelo, búsqueda, confianza y conciencia de nuestras limitaciones y desde ellas saber ponernos en manos de Dios para que Él nos modele como el alfarero modela el barro con el que trabaja. Para que Él nos haga ser hombres y mujeres que cumplan su voluntad. Esto, lejos de mermar nuestra libertad y capacidad de elección, nos hará cada vez más libres y ser, más y mejores ejemplos, del Amor de Dios con todos nuestros actos puesto que elegiremos, en cada momento, por el bien, la felicidad y la acogida de los demás y por hacer en nosotros la Voluntad de Dios en cada momento, sabiendo que, aunque a veces nos sea difícil, es lo que nos conviene siempre. Acaso quien es el Amor sin medida ¿puede querer algo malo para sus hijos? ¿Por qué no confiamos más en Aquél que sabemos que bien nos ama?
RECUERDA:
Detrás de la propuesta del texto evangélico de hoy está la invitación a la confianza total. “Vivirnos” colgados de Dios, desde el reconocimiento de nuestra condición de criaturas. Es importante saber que no le pedimos cosas a Dios para recordarle nuestras necesidades (Él las conoce), sino para recordarnos a nosotros mismos que todo lo recibimos de Él. Un antídoto contra los ataques de vanidad que pueden asaltarnos, un antídoto para vivir desde la gratitud y la entrega por Aquél que no nos abandona jamás.
1.- ¿Soy de los que le presenta a Jesús cada día mi lista de deseos como si fuese el genio de la lámpara?
2.- ¿Confío en que cada momento me da y me dará lo que necesito?
3.- ¿Vivo desde la gratitud todos los dones que Él me regala? ¿Esa gratitud me lleva dar a los demás todo cuanto yo recibo por la misericordia de Dios?
¡Ayúdame, Señor, a tener tu capacidad de búsqueda y de riesgo por amor a ti y a nuestros hermanos!