16 de febrero de 2020.
DOMINGO DE LA VI SEMANA.
TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
¡Paz y bien!
Evangelio según san
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído que se dijo:
“No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que se repudie a su mujer, que le dé acta de repudio.” Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
Sin duda alguna, el Evangelio de san Mateo de hoy nos presenta una tesitura muy dada en nuestros tiempos y que muchas veces hace cambiar nuestra percepción de las cosas. Esta tesitura es la del “cumplimiento” de las leyes frente a la “caridad” de las leyes. Dicho de otra manera, muchas veces nos perdemos más en intentar ser muy rigurosos con las leyes y su cumplimiento y nos olvidamos de ver en ellas las huellas de identidad del amor de Dios que es quien debe trasformar nuestras vidas y por el que debemos cumplir las leyes de nuestro decálogo que Moisés nos dejó. Por eso Jesús nos recuerda que él no ha venido a abolir ninguna ley, sino que lo que hace es darle plenitud. Dotarlas de amor, en definitiva.
Nadie podía ganar a los escribas y a los fariseos en el conocimiento y el cumplimiento de las normas recogidas en la “ley antigua”. Conocen hasta la “última letra o tilde de la Ley” y la siguen a rajatabla. ¿En qué consiste, entonces, tener una justicia mayor que la de los “expertos” de la Ley? En saber que entrar en el Reino de Dios no es cumplir normas y ritos, sino aceptar la gracia transformadora del amor de Dios. La nueva ley nos pide, antes que nada, pureza de corazón. Por eso, aunque es más liviana que la ley antigua en lo exterior, es más exigente en lo interior. Dicho de otra manera, tenemos que vivir según el amor de Dios. Saber reconocerlo en las leyes es actuar dando plenitud a esa ley dada por Moisés, es evitar caer en el legalismo para actuar con conocimiento de causa y desde el corazón ¿Nos empeñamos en ser personas de conducta intachable o buscamos vivir esas normas dadas desde el Amor de Dios para hacerlo visible en nuestro mundo?
No debemos obviar que la ley es una luz de por dónde debemos caminar y por dónde no. Marca el camino que debemos seguir, pero no son el camino puesto que nuestro Camino, Verdad y Vida es Cristo. Por eso nuestra referencia no es la ley sino Jesús. Jesús no defiende la letra del Antiguo Testamento sino el Espíritu de éste. Por eso, hoy, se nos remarca cuál debe ser la actitud verdaderamente cristiana ante la ley y cuál la actitud cristiana ante las obras de piedad.
No deberíamos caer en la tentación del escrúpulo y la obsesión por el cumplimiento de las leyes sin más sin profundizar en el espíritu de las normas. Por ejemplo: ahora se acerca la Cuaresma, la ley manda no comer carne los viernes, hay quien lo cumple sin más y no tiene reparos en comer ese día percebes o langostas, por ejemplo. O hay quien va todos los domingos a misa sin saltarse uno, pero, después, durante la semana, no dedica un minuto a Dios ¿de qué sirve conocer y cumplir la ley si somos incapaces de llegar a su espíritu y de cumplirla con y por Amor?
Recordemos las palabras de san Pablo (2 Cor 3, 6) “la letra mata, pero el espíritu da vida” Ojalá que nosotros dejemos de lado el mero legalismo que nos hace personas ejemplares y de conducta intachable pero que nos impide actuar por amor tanto a Dios como a nuestros hermanos. Ojalá que nosotros dejemos de lado el mero cumplimiento para dotar de sentido y poder trasmitir a los demás que en el cumplimiento de la ley, entendiendo su espíritu, se hace presente el amor de Dios en nuestra vida, se hace presente ese “Reino de Dios” que nos trae la Vida Eterna que no pasa.
RECUERDA:
1.- ¿Yo también soy un mero legalista fiel cumplidor de la ley sin más?
2.- ¿Se ver el amor de Dios en las leyes que me fueron dadas por Moisés?
3.- ¿Trasmito la necesidad de vivir desde el amor de Dios la vida que tenemos ayudando a los demás a conseguirlo?
¡Ayúdanos, Señor, a superar antiguos legalismos y a vivir nuestra vida en la clave de tu amor, algo que encontramos en tu Eucaristía de cada día!