29 de febrero de 2020.
SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA.
TIEMPO DE CUARESMA. CICLO A
¡Paz y bien!
Evangelio según san Lucas 5, 27-32.
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
¡Buenos días!
El Evangelio que hoy hemos podido leer y que pertenece a Lucas nos pone encima de la mesa una problemática que está muy enraizada en nuestra propia. La acepción de personas, esa actitud que nos lleva, en cada momento, a diferenciar entre unas personas y otras: las que me caen bien y las que no, a las que ayude de buen agrado y las que me cuestan más ayudar o, directamente, no ayudo. Entre las personas a las que juzgo y a las que no, llegando incluso a tener personas a las que amo, quiero y considero amigas y personas a las que ni amo, ni quiero y a las que no considero amigas mías.
¿No es esto todo lo contrario de lo que Jesús nos propone en su mensaje? ¿No es esto todo lo contrario al comportamiento que como seguidores de Jesús y colaboradores del Reino de Dios deberíamos mostrar en nuestras vidas? ¿Por qué caemos en el error de nos amar a los demás como Cristo nos ama a cada uno de nosotros? Estas y otras preguntas son las que deberíamos formularnos, en el día de hoy, a la luz del Evangelio.
Estamos en Cuaresma, tiempo de esperanza y conversión. Tiempo de prepararnos para poder vivir cada día más unidos a Dios, a ese Dios que amor a cada uno de los hombres y mujeres de este mundo, SIN EXCEPCIÓN, se hizo hombre para darnos la salvación que por culpa de nuestros pecados habíamos perdido.
Por eso podemos afirmar que Dios no nos abandona nunca, pero, a la vez, solo nos sentimos llenos de Él cuando somos justos, cuando además de ser solidarios sentimos al otro carne de nuestra carne y actuamos en consecuencia. Mi querer el bien del otro, del extranjero, del que no posee lo que yo me gané o heredé, del que piensa diferente, es la única medida que indica la calidad de mi relación con Dios. Esa calidad que no tiene mucho que ver con la cantidad y sí con seguir el Plan de Dios en nuestras acciones de cada día. Si yo quiero estar cerca de Cristo, si quiero abrir mi Espíritu a su Palabra y Voluntad, si quiero ser ejemplo de su amor en este mundo tengo que estar en comunión con el otro; esto nos hace sentir de inmediato a Dios a nuestro lado, llenos de energía, con fuerzas para cerrar heridas, y andar por caminos que nos parecían inaccesibles. Cuando descubrimos este estilo de vida, cuando comprendemos esta petición que Jesús nos hace de amar a los demás como Él mismo nos ama a cada uno de nosotros, cuando somos capaces de interiorizarlo y hacerlo vida, su luz ilumina nuestras dudas y nos llena de esperanza.
Y ahora, a la luz de este texto de hoy ¿puedo afirmar que estoy cerca de Dios? ¿Puedo afirmar que mi vida es acogida para los demás sin poner límites y barreras?
Si analizamos nuestras vidas vemos que esto es algo que nos cuesta mucho y todos tenemos en nuestro corazón diferentes “parcelas” en las que vamos enmarcando a las personas que nos rodean, “parcelas” donde diferenciamos a los que nos rodean, donde los distribuimos según el tipo y el grado de amor y cariño que le tenemos. De hecho, sólo hace falta ver, en muchas ocasiones nuestras actitudes con ellos; es más, incluso, nuestras actitudes con aquellos que se juntan con personas que no son de nuestro agrado. ¿Cuántas veces hemos caído en la tentación y en el pecado de juzgar a personas que se juntan con aquellos que no son “considerados de los nuestros”? Esa es la actitud de los fariseos y los escribas, no sólo estigmatizan a las personas consideradas impuras, sino que, además, critican a Jesús por acercarles la salvación. No podemos olvidar, llegados a este punto, que Jesús no se deja llevar por los prejuicios o estereotipos dominantes en la sociedad de la época ya que se fija en el corazón de las personas. Por eso invita a Leví a que le siga. Y lo mejor es que Leví le sigue con rapidez y con grandeza de corazón, con esa grandeza de corazón propia de aquellos que han conocido y tenido experiencia de Dios en sus vidas. ¿Tú no has tenido esa experiencia de dios en tu vida? Entonces si la has tenido ¿por qué no le sigues y dejas de hacer la tan temida acepción de personas en tu vida?
Es tiempo de conversión y vivir adecuadamente la Pascua de la Resurrección de Cristo implica abrir nuestro corazón a Dios y a los demás. Implica ser portadores de su amor en nuestras vidas, significa amar, perdonar y entregarnos sin límites ni condiciones.
Nosotros, también, somos pecadores, “impuros”, pero Cristo nos ama y eso nos dignifica y nos hacer ser hijos predilectos del Señor. Por eso nuestra conversión pasa por el seguimiento a Jesús, por responderle de una manera rápida y con grandeza de corazón, como lo hace Leví. Por eso esa libertad con la que Jesús se acerca a los marginados de la sociedad, a los necesitados, lejos de escandalizarnos debe llevarnos a imitarle, a hacer nosotros lo mismo con los demás. Nuestra vocación es una llamada a la plenitud de lo que Dios ha creado. Es una vocación a ser “otros cristos” en medio de una sociedad, la nuestra, que necesita reconciliarse con el Amor y vivirlo en plenitud. Debemos tener claro que conseguir esto es imposible si no comprendemos que solo SOY cuando me hago uno con el otro, con la naturaleza y con Dios.
RECUERDA:
1.- ¿Quiénes son nuestros amigos y amigas y a quiénes invitamos a compartir nuestras mesas?
2.- ¿Y nuestros enemigos? ¿A quiénes no amamos y juzgamos por ser diferentes a nosotros, pensar diferentes a nosotros, etc?
3.- ¿A qué me reta el Evangelio de hoy?
¡Ayúdame, Señor, a liberar mi mirada y mis relaciones con los demás de todo tipo de prejuicio, estereotipo o discriminación!