21 DE JUNIO DE 2020
DOMINGO XII DEL TIEMPO
ORDINARIO CICLO A
(Cuarta semana del
salterio)
¡Paz
y bien!
(Mt. 10, 26-33)
«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo».
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No
tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a
descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse.
Lo
que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído,
pregonadlo desde la azotea.
No
tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No;
temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se
venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al
suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la
cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que
muchos gorriones.
A
quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante
mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también
lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
¡Buenos
días!
Retomamos
los domingos del tiempo de ordinario y, en esta ocasión, lo hacemos con un
evangelio de san Mateo donde Jesús nos repite en varias ocasiones algo que, en
este tiempo, estoy seguro nos viene muy bien escuchar: “no tengáis miedo”. Es
cierto que el contexto es diferente, aquí Jesús se lo dice a sus discípulos
para que no se asusten cuando les llegue el tiempo de la persecución y de la
lucha por anunciar la Buena Noticia de Dios. Pero no podemos obviar que Dios
está siempre con nosotros y que por lo tanto ese “no tengáis miedo” es válido
para todas las circunstancias de nuestra vida porque ¿cuándo nos ha abandonado
Dios? ¡JAMÁS!
Como digo, Jesús se dirige a sus apóstoles para darles todos
los ánimos que puede y para no crearles falsas esperanzas. Entregar la vida por
el mensaje de Dios, por seguirle, es una opción bonita, consecuente y
desprendida pero no exenta de sinsabores: contratiempos, incomprensiones,
injusticias, persecuciones, juicios, condenas e incluso, en algunos momentos,
la propia muerte, pero ¡Dios está de nuestra parte! Tanto está Dios de nuestra
parte que hoy nos lo repite en varias ocasiones: “no tengáis miedo”. ¿Tú lo
tienes? ¿tú dudas de estas palabras de Dios?
Del mismo que modo que Jesús se dirige a sus apóstoles,
también, se dirige a nosotros porque nosotros, como ellos, también debemos
seguirle, también debemos saber salir de nuestra tierra como hizo Abraham y
darlo todo por la Buena Nueva. Nuestra contestación como cristianos al
llamamiento que Jesús nos hace de seguirle puede ser aceptar el reto o no. ¿Tú
qué piensas hacer? ¿Tú qué estás haciendo? ¿Qué razones tienes para no seguir a
Cristo?
Jesús en este domingo quiere
transmitirnos confianza y valor en la persecución, confianza y valor en el
seguimiento a él para poder poner nuestras vidas a su disposición y entregarnos
por completo a su Palabra.
Son palabras de consuelo que
Jesús dirige a sus discípulos, que Jesús quiere dirigirnos a todos aquellos que
hemos decidido seguirle, son palabras motivadoras para que venzamos el miedo y
la angustia que trae consigo la persecución, la incomprensión, la crítica... Veamos los tres consejos que Jesús nos da en
este domingo.
“No
hay nada encubierto que no llegue a ser descubierto, ni oculto que no llegue a
saberse…”
Jesús los anima a no callar
su Buena Noticia. Jesús los anima a seguir adelante siempre con su proclamación
del Evangelio. Las primeras comunidades, al igual que nos pasa a nosotros,
viven en una sociedad donde la gente tenía y tiene la necesidad imperiosa de
conocer a Dios: vidas desordenadas, caos social, falta de amor y empatía entre
los hermanos, futuro incierto, mucha diferencia social entre unos y otros… esto
estaba y eso está presente, hoy en día. Antes como ahora, la gente necesita una
palabra de consuelo verdadero, una Palabra de Vida. La gente no necesita
vendedores de humo, necesita, necesitamos: VERDAD. ¿Quién es la Verdad en
nuestras vidas? Cristo, por lo tanto, no podemos ocultar, callar y obviar su
mensaje. Tenemos que ser valientes y darlo a conocer en todos los lugares y
ante todas las realidades, como diría san Pablo: “a tiempo y a destiempo”.
¿Vamos a vivir con miedo a que nos tachen de seguidores de Cristo? ¿Hay algo
malo en el hecho de ser cristianos y ejemplos vivos de su mensaje? Si Dios está
de nuestra parte y con nosotros ¿a qué le tenemos miedo?
Calma y confianza es lo que
Jesús nos está pidiendo en este primer consejo. Calma y confianza para no caer
en la desazón, para no dejar de predicar la Palabra de Vida que, por suerte,
nosotros hemos podido conocer, experimentar y hacer realidad en nuestras vidas.
“No temáis a los que
pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma, temed más bien a Aquel…”.
Solo ha y un juez justo:
Dios. Él nos va a juzgar desde el amor y la misericordia. Por lo tanto no
podemos vivir asustados ante las calumnias, difamaciones, las afrentas que
suframos…, muchas veces nos duele perder nuestra imagen, nuestra buena fama,
quedar mal ante los demás,… Jesús nos dice que eso no nos preocupe, que no nos
preocupemos por aquellos que nos pueden destruir nuestra alma, que nos
preocupemos más bien de aquello que nos puede alejar de Dios. ¿Dónde está
puesta mi confianza: en mí mismo o en Dios? ¿Qué es lo que me da vida:
permanecer cerca de Dios o que los demás me tengan en estima y consideración?
Si lo que verdaderamente me importa es no alejarme de Dios, vivir unido a Él,
cumplir con su Palabra y su Voluntad ¿por qué me da tanto miedo que los demás
me tilden de cristiano de una manera negativa y peyorativa?
Por
último, Jesús nos dice: “Vosotros valéis más que muchos pajarillos”.
Es decir, Jesús está
transmitiendo la confianza que los discípulos tienen que tener en Él, pues si
para Dios todas las cosas son importantes, mucho más los hombres. Para ello
Jesús recurre a una comparación: si el Padre cuida hasta de los pájaros más
pequeños e insignificantes y tiene contados hasta cada uno de nuestros
cabellos, ¿cómo no va a ocuparse de ellos que son sus hijos queridos?
Como
vemos, Jesús nos pide que no caigamos en la tentación de darle más importancia
a nuestro ego, a nuestra imagen, a nuestra zona de confort, a nosotros mismos
que al estar unidos a Él. Si alguien habla mal de nosotros, si alguien nos
calumnian, o intentan destruirnos con sus comentarios, lo único que debemos
pensar es qué piensa Dios de cada uno de nosotros, lo único que debemos
preguntarnos es si Dios nos quiere y nos acepta, incluso con nuestros defectos
y pecados. La respuesta nos la da el propio Jesús cuando afirma: “no temas,
porque yo te conozco, no temas porque yo sabré recompensarte”.
RECUERDA:
“No
tengáis miedo” son palabras de Jesús que se repiten una y otra vez a lo largo
de los evangelios. Las palabras que más se deberían repetir también hoy en la
Iglesia. Es cierto que la vida está llena de experiencias negativas y que la fe
no ofrece recetas mágicas para resolver los problemas, la fe no es un
tranquilizante pero, también es verdad que, la fe en Dios, a muchas personas,
en muchos momentos difíciles de su vida, les ha ayudado a saber sobrellevar
esas situaciones, esos miedos, esas dificultades, esas incertidumbres…, porque
han escuchado a ese Dios y se han fiado de Él cuando nos invita a “no tener
miedo”, porque esta fe en Dios no lleva a la evasión o la pasividad sino que
nos trasmite coraje para tomar decisiones y asumir responsabilidades. No
podemos olvidar que el seguimiento a Jesús es un riesgo basado en la confianza.
En un mundo quebrado por la violencia y la injusticia, la Buena Noticia del
Amor se convierte en un signo de contradicción y conlleva una dimensión
conflictiva ineludible, pues exige posicionamiento y opción, como le sucedió al
propio Jesucristo. Por eso el lugar del Evangelio no es solo la intimidad del
corazón sino las plazas y las calles. Ha de ser gritado desde nuestros balcones
y encarnado en nuestra propia vida. Jesús nos recuerda, también, que la última
palabra sobre nuestra vida no la ha de tener el miedo sino la confianza, porque
hasta el última de nuestros cabellos es importante para Dios y Él nos sostiene
con su confianza y su incondicionalidad.
1.- ¿A
qué le tengo miedo?
2.-
¿Confío verdaderamente en el Señor?
3.- ¿Vivo
al servicio de la Buena Noticia o la Buena Noticia la pongo a mi servicio?
¡Ayúdame,
Señor, arriesgarme sin miedo confiando siempre en ti y así dar mi vida por tu
Evangelio!