5 DE JUNIO DE 2020

VIERNES IX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A.
(Primera semana del salterio).a

¡Paz y bien!

X Del Santo Evangelio según san Marcos
(Mc. 12, 35-37)


«¿Cómo dicen que el Mesías es el Hijo de David?».


En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó:
«¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice:
"Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies".
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?».
Una muchedumbre numerosa le escuchaba a gusto.

      


¡Buenos días!

       Me vais a permitir que comience la reflexión haciendo alusión a la primera lectura del día de hoy. Tener delante un texto de san Pablo y pasarlo por alto muchas veces no es fácil porque son de una grandeza incomparable. Hoy, en su carta a Timoteo, recomienda algo que deberíamos tener siempre pendiente si verdaderamente queremos llegar a ser hombres y mujeres que vivan la voluntad de Dios en sus vidas: “permanecer en lo que hemos aprendido (de Jesús) y se nos ha confiado (por parte de Jesús).


       Pablo elogia la conducta de Timoteo porque siguió todo lo que le enseñó y conoce toda la conducta de Pablo, incluyendo sus persecuciones. Le recuerda, como a él le ha ocurrido, que todo “el que se proponga vivir como buen cristiano será perseguido”. El evangelio será siempre “un signo de contradicción”. Algunos, en cualquier época, lo aceptarán con emoción y profunda alegría y otros, en cambio, lo rechazarán de diversas maneras, desde la persecución al evangelizador o desde la intensa indiferencia y menosprecio. La recomendación de Pablo a Timoteo, y a todos nosotros, es la de permanecer en “lo que has aprendido y se te ha confiado”. Este debe ser siempre nuestro punto fuerte, permanecer en el seguimiento de Jesús, permanecer en vivir el evangelio que él nos enseñó. Es el camino “que conduce a la salvación”, a encontrar el sentido y la alegría de vivir. Para esto nada mejor que leer, meditar y orar, cada día, la Escritura donde ni más ni menos nos habla el mismo Dios. Es palabra “inspirada por Dios” para “enseñar, reprender, corregir, educar en la virtud”. ¿Queremos ser imagen de Cristo? ¡Adentrémonos en su Palabra, conozcamos su Palabra, encarnemos su Palabra!

       En esta línea va el evangelio del día de hoy. Un evangelio en el que vemos como algunos de los contemporáneos de Jesús disfrutaban escuchándole. ¿Nos ocurre a nosotros lo mismo? ¿Disfrutamos meditando la Palabra de Dios? El evangelio no es fácil de vivir porque vivimos, muchas veces, movidos más por nuestros deseos, nuestros egoísmos y pecados que por la Palabra de Dios. Pero debemos avanzar; quedarnos en que somos limitados y no vamos a poder mejorar, impedirnos, nosotros mismos, avanzar significa empobrecernos como personas, como discípulos de Jesús. Jesús nos quiere unidos a él, nos quiere dispuestos a encarnar su Palabra ¿cómo conseguirlo si no le escuchamos? ¿cómo vamos a encarnar algo que no conocemos? Si a eso le sumamos que, muchas veces, ser cristiano significa nadar contra la corriente que marca nuestra sociedad y preferimos vivir ocultando nuestra condición de seguidores de Jesús, en lugar de darla a conocer por miedo al juicio y a lo que pueden decir de nosotros ¿cómo vamos a ser hombres y mujeres de Dios? ¿Qué sentido tiene que recibiésemos el Espíritu Santo el pasado domingo?

       Como vemos, Jesús en su tiempo fue aceptado por unos y rechazado por otros. Según nos relatan los evangelios, los escribas, fariseos, herodianos, saduceos, letrados… no solamente no le hacían caso, sino que buscaban desprestigiarle para que no le siguiese nadie. Pero nunca lo consiguieron. Al contrario, Jesús con sus respuestas a las preguntas capciosas que le hacían aquellos que querían darle muerte quedaba mejor que ellos y su fama crecía delante de sus oyentes. “La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo”. Y disfrutaban escuchándolo por su mensaje era novedoso. Su mensaje no toleraba que su justificase mediante su mesianismo la falta de amor a nadie. Su mensaje siempre es claro: el mesianismo de Jesús nace desde abajo, desde el amor a los más pequeños, a los más vulnerables, respondiendo, de esta manera, a la esperanza de los pobres de Yahvé.

       ¿Vivimos de esta manera el mensaje de Cristo en nuestra vida? ¿Estamos dispuestos a acoger a los demás? ¿Estamos dispuestos a aceptar la libertad de los que nos rodean, aceptándolos tal y como son, amándolos tal y como son?
El Evangelio, es signo de contradicción cuando pone de manifiesto que nuestra vida tiene que llevar caminos diferentes a los que estamos viviendo en la actualidad. Es signo de contradicción cuando muestra que nuestros actos y nuestra fe muchas veces se contradicen y no caminan unidos por la vida. Es signo de contradicción cuando hacemos todo lo contrario de lo que decimos creer y aceptar. ¿Estamos dispuestos a vivir desde la lógica de Dios? ¡Escrutemos, escuchemos y meditemos su Palabra! Esta es la única manera de conseguirlo y convertirnos en otros cristos en medio de esta sociedad que necesita conocer, con urgencia, la Buena Noticia de Dios.
      

RECUERDA:

Jesús cuestiona en este texto la enseñanza de los doctores de la ley sobre el Mesías como Hijo de David, cuya identificación legitimaba una expectativa mesiánica desde el poder político y religioso y la dominación de todos los enemigos. La vida de Jesús y su mensaje quiebra esta expectativa e inaugura un mesianismo desde abajo, un mesianismo kenótico y humilde que responde a la esperanza de los pobres de Yahvé. Jesús no salva desde el poder sino desde el servicio. No se impone, sino que se expone a la acogida y a la libertad humana. Por eso Jesús es el máximo riesgo de Dios en su encarnación y su Buena Noticia se convierte en signo de contradicción ante los que ponen sus esperanzas en el poder económico, político o religioso.

1.- ¿Escucho, leo, medito y estudio la Palabra de Dios para encarnarla en mi vida?
2.- ¿Vivo mi adhesión a Jesús como la aceptación de los más débiles? ¿Me lleva a amar a los demás como Cristo me ama a mí?
3.- ¿Qué me impide amar a los pobres de Yahvé?

¡Ayúdame, Señor, a un corazón liberado de toda ansia de poder-dominación y conviérteme al servicio humilde y desde abajo!