2 DE JUNIO DE 2020
MARTES IX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A.
(Primera semana del salterio).
¡Paz y bien!
Del Santo Evangelio según san Marcos
(Mc. 12, 13-17)
“Dad al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios”.
En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos de los fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta.
Se acercaron y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?». Adivinando su hipocresía, les replicó:
«¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea».
Se lo trajeron. Y él les preguntó:
«¿De quién es esta imagen y esta inscripción?».
Le contestaron:
«Del César».
Jesús les replicó:
«Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Y se quedaron admirados.
¡Buenos días!
Me vais a permitir que comience con una expresión que utiliza el apóstol san Pedro y que podemos encontrar en la primera lectura de hoy. La expresión dice así: “nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia, por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables, y considerad que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación”.
Es una expresión maravillosa ¿verdad? Es una afirmación que, hoy más que nunca, pone de manifiesto esa esperanza que todos tenemos: unos cielos nuevos y una tierra nueva donde habite la justicia. ¿Os dais cuenta de cuanto necesitamos que se haga realidad en nuestra vida la justicia? Somos conscientes de la gran injustica que muchas personas tienen que soportar, incluso nosotros mismos. Somos conscientes, también, o al menos, deberíamos serlo, que nosotros tampoco somos todo lo justos que a Dios le gustaría que fuésemos con los demás. Pero ¿por qué nos cuesta tanto ser justos con nuestros hermanos? ¿Confundimos la justicia con la falta de misericordia? No podemos olvidar que Dios era justo y a la vez misericordioso, es más, la misericordia se ríe del juicio, lo que quiere decir que: sin amor y misericordia no podemos llegar a ser justos. Ese cielo nuevo y tierra nueva que esperamos, ese mundo nuevo que hoy debemos comenzar a construir tiene que ser un mundo donde impere la misericordia y la justicia. Donde la libertad y el amor tanto a Dios como a los demás sea nuestra seña de identidad. Hemos recibido, durante estos días, el espíritu santo; nuestra misión es trabajar por el Reino de Dios ¿vamos a dejar escapar la oportunidad? ¿Vamos a ser como los fariseos que buscaban siempre la doble intención de las cosas para acusar a los que no pensaban o actuaban como ellos?
Vivimos momentos duros a causa de la pandemia ¿vamos a dejar que la desazón y la mezquindad propia de épocas de crisis se apodere de nosotros? ¿por qué no dejamos que sea el Espíritu Santo, que habita en nosotros, quien nos haga hombres y mujeres nuevos para este mundo nuevo? Por eso debemos luchar contra nosotros mismos para como afirma san Pedro en la lectura de hoy: “estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día eterno”.
Pasemos ahora al Evangelio de este día. Marcos nos relata un acontecimiento en la vida de Jesús donde se lo pone contra las cuerdas una vez más. Quienes se oponen a su mensaje (fariseos, escribas, sumos sacerdotes…) van buscando el modo de desprestigiarle para poder no sólo acusarle sino, también, condenarle como un antisistema. Aprovechan, como vemos, el tema del pago de impuestos para intentar pillar a Jesús diciendo qué es más importante si cumplir con Dios (ley de los judíos) o cumplir con las órdenes del César (ley de los romanos). Como persona justa, que era Cristo, la respuesta es clara: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Dicho en otras palabras, ser justos, ecuánimes, obedientes y equitativos, dando a cada uno lo que es suyo sin desobedecer al otro.
Vemos, por tanto, cómo Jesús tenía claro, que su misión se realizaba sin buscar el poder político. Fue una tentación superada en los cuarenta días de oración y reflexión en el desierto, adonde le llevó el Espíritu, antes de iniciar su misión.
Sin embargo, la respuesta de Jesús nos plantearía preguntarnos: ¿qué no es de Dios y qué es de Dios? Estamos acostumbrados a diferencias entre lo profano y lo sagrado. Pero muchas veces, hemos caído en el error de convertir en sagrado lo profano: por ejemplo, el poder político, el éxito económico… Como también se ha profanado lo sagrado: por ejemplo, emplear lo sagrado para situarse por encima de los demás sin tener en cuenta nada más que mi propio beneficio y mi ego. Una actitud más propia de aquellos que sólo se mueven por sus preferencias y aquello que les conviene que por el amor a los demás. ¿No nos ha pasado esto alguna vez a nosotros?
Olvidamos con cierta facilidad que todo debe estar orientado a Dios. Dicho de otra manera y que a mí me hace mucho pensar: DEBEMOS HUMANIZAR NUESTRA VIDA, SEGÚN EL PROYECTO DE DIOS EN CADA UNO DE NOSOTROS. Si verdaderamente ponemos a Dios en el centro de nuestra voluntad y de nuestro día a día, conseguiremos vivir acorde a su amor y eso nos llevará a dar cada uno lo que le corresponde. Nos moverá a ser justos con los demás y a no situarnos por encima de quienes nos rodean. Eso nos llevará a practicar la justicia y el amor, siendo capaces de vivir con un corazón limpio de todo pecado, de todo enaltecimiento, orgullo y vanidad. Podríamos afirmar que debemos consagrar nuestra vida a Dios. Hacer de nuestro amor una ofrenda diaria a Dios. De nuestro trabajo, una ofrenda diaria a Dios, de nuestro trato a los demás, una ofrenda diaria a Dios. En definitiva, deberíamos ofrecernos todos y cada uno de nosotros a Dios. Pero ¿cómo vamos a ofrecernos a Dios si nuestro amor no es un amor universal sino selectivo, si nuestra ayuda a los demás es, en algunas ocasiones, interesada? ¿Cómo nos vamos a ofrecer a Dios si no tratamos a los demás como merecen o les juzgamos y criticamos? Este tiene que ser nuestro desafío en este “nuevo tiempo que comenzamos”, el Tiempo Ordinario hasta uqe llegue el Adviento: demos mantener el esfuerzo en apresurar el mundo nuevo del que nos habla San Pedro. Un mundo donde brille la justicia, la misericordia, la paz y el amor. Un mundo donde se manifieste, gracias a nuestra labor el infinito amor que Dios nos tiene. Hoy debemos orar y pensar qué hacemos cada uno de nosotros, desde el lugar que ocupamos en la familia, en la sociedad para que este mundo se parezca más al que Dios quiere. ¿Aceptas el reto?
RECUERDA:
El acoso a Jesús por parte de quienes ven peligrar sus intereses ante la novedad de su anuncio va cerrando el círculo en tono a él. Quienes se oponen a su mensaje van buscando el modo de desprestigiarle para poder acusarle y condenarle como un antisistema. En este caso aprovechan un asunto polémico como era el pago de impuestos, que todo judío debía hacer a las autoridades romanas. Con esta treta sitúan a Jesús en una encerrona entre los intereses de las autoridades judías, por un lado, y las romanas, por otro. Pero la libertad de Jesús es mayor que el poder manipulador del mal y sus estrategias. Por eso Jesús responde tan clara y radicalmente: “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Es decir, practicad la justicia, el amor y la limpieza de corazón. También hoy como ayer, sectores enfrentados se alían para sacar sus propios beneficios sin importarles el sufrimiento que genera dicha alianza y sus consecuencias en las vidas de las personas y pueblos más empobrecidos. Creer en Jesús nos compromete a ser personas críticas y libres frente a toda forma de manipulación y a tomar partido en favor de los últimos.
1.- ¿Estoy comprometido con la práctica de la justicia? ¿Y con el cuidado de los últimos y desfavorecidos?
2.- ¿Consagro toda mi vida a Dios? ¿Es mi vida una acción de gracias constante a Dios por su bondad y misericordia conmigo?
3.- ¿Qué me impide comprometerme con los más necesitados?
¡Ayúdame, Señor, a comprometerme con todos mis hermanos!