19 de enero de 2020.
DOMINGO DE LA II SEMANA.
TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
2º DÍA DEL OCTAVARIO DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
¡Paz y bien!
Evangelio según san Juan 1, 29-34.
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Volvemos a situarnos instantes después del bautismo de Jesús que celebrábamos y escuchábamos la semana pasada. En los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, el bautismo que celebra Juan con Jesús está claramente definido como un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Pero en el cuarto evangelio, (que es el que nos corresponde hoy, el del evangelista san Juan, la principal función que asigna a el Bautista no es la de bautizar, (de hecho, ni siquiera se dice que bautice a Jesús), ni la de predicar el cambio de orientación a la vida, ¡convertíos!, ni la de ser el héroe que denuncia a los príncipes y muere mártir. La función que se asigna, una vez recibido el bautismo, es la de dar testimonio de Jesús.
Si nos fijamos en la figura de Juan el Bautista es la primera persona a la que el cuarto Evangelio presenta como testigo de lo que experimentó con Jesús en el bautismo. De hecho en la lectura de hoy podemos ver tres afirmaciones cruciales que nos presentan a Jesús como nuestro Salvador: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”; “He visto al Espíritu bajar, como una paloma que viene del cielo, y permanecer sobre él”; “Y yo lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios”. Por lo tanto, lo que está haciendo es presentarnos, una vez más, a Jesús como el verdadero Mesías. Pero… y nosotros ¿somos capaces de reconocer que Jesús es nuestro salvador porque nuestro Dios Padre, que se manifiesta humanamente en él, es salvador definitivo del mundo? Nosotros que también hemos recibido el bautismo ¿nos hemos convertido en verdaderos testigos del amor que Dios nos tiene? o por el contrario ¿sólo concebimos el bautismo como un sacramento que me limpia de mis pecados pero que no ejerce ninguna otra función en mí?
Llama la atención ver como después del acontecimiento del Bautismo de Jesús, Juan narra la llamada y la vocación de los discípulos de Jesús. Teniendo en cuenta que en los evangelios además de narrar la vida de Jesús se busca educar a los primeros cristianos y que todo se ve a la luz de la Resurrección de Jesús, porque hasta entonces nada tenía sentido, no cabe duda que el evangelista de hoy, san Juan, busca que nosotros tomemos conciencia de esta “característica apostólica” que tiene el bautismo y como nos tiene que llevar a dar nuestra vida por ser testigos del amor de Cristo en nuestra vida. Quiere sin duda que tomemos conciencia que gracias al Bautismo nosotros, como el Bautista, también, recibimos la fuerza necesaria para ser sus discípulos. Ahora sólo cabe preguntarse si estamos dispuestos a ello.
Debemos tomar conciencia que el mesianismo de Jesús es un mesianismo entrañable, esto es, dar la vida por los demás, por los más necesitados y atribulados. Es la máxima expresión de la ternura y del amor de Dios, de ahí que afronte sin cortapisas la violencia, la injustica, la experiencia del mal y del pecado de los demás; de ahí, que la manera de afrontar esto sea desde la bondad del corazón y desde la oferta de la conversión y la reconciliación. Esa es la verdadera dimensión del discípulo: amar a los demás, perdonar y dar testimonio. Esa es la dimensión y la función que nosotros, también, recibimos en el bautismo como hoy estamos viendo gracias a este Evangelio, pero ¿vivo en esta clave mi apostolado? ¿me siento verdadero discípulo de Jesús?
Ojalá que como Jesús, gracias a este sacramento recibido, nosotros, también, seamos personas que desde la sencillez, desde la vulnerabilidad y debilidad asumidas y desde el espíritu de la no violencia, nos convirtamos en signos de misericordia y contradicción que escandalizan a aquellos que actúan desde la violencia, la negación de Dios, el egoísmo o la vanidad.
Ojalá que nosotros seamos un testimonio vivo del amor de Dios en nuestra vida para que todo aquel que entre en contacto con nosotros, sea capaz de reconocer en nuestra persona que somos luz, imagen y reflejo de ese Dios que en Jesucristo se hizo hombre para demostrarnos su infinito amor y darnos su salvación.
RECUERDA:
1.- ¿Vivo el bautismo en clave del apostolado?
2.- ¿Puedo ser considerado un verdadero discípulo de Jesús?
3.- ¿Pongo mi vida a disposición de quien más me necesite en cada momento olvidándome de mí y negándome a mí mismo como hace el propio “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”?
¡Ayúdanos, Señor, a no escandalizarnos del Evangelio, sino a dejarnos seducir por él!