Sábado 11 de enero de 2020.
TIEMPO DE NAVIDAD - CICLO A - AÑO PAR
¡Paz y bien!


Evangelio según san Marcos Lc. 5, 5-13.


Sucedió que, estando Jesús en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús, cayendo sobre su rostro, le suplicó diciendo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme».
Y extendiendo la mano, lo tocó diciendo:
«Quiero, queda limpio». 






Y enseguida la lepra se le quitó.
Y él le ordenó no comunicarlo a nadie; y le dijo:
«Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación según mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírlo y a que los curara de sus enfermedades.
Él, por su parte, solía retirarse a despoblado y se entregaba a la oración.
 


    El evangelio del día de hoy nos pone delante de una de las enfermedades más terribles de la época de Jesús, nos pone delante de la lepra y por lo tanto delante de un leproso.

    Un leproso cuya enfermedad y desesperación le hacen ponerse delante de Jesús fritándole que si quiere puede curarle. Esto nos deja ver la humildad y sencillez del leproso, un hombre enfermo que no exige nada a Jesús, sino que lo único que le dice es que si lo tiene a bien puede sanarle. Esta imagen contrasta mucho con nuestra manera de actuar ¿no crees? ¿Cuántas veces nos hemos puesto delante de Jesús, delante de Dios exigiéndole que nos conceda aquello que le pedimos? ¿Cuántas veces hemos jugado a decirle si tú me concedes esto yo te hago este otro favor? ¿Acaso se nos ha olvidado que Jesús nos ama tanto que se entrega por nosotros y nos da la Vida de una manera gratuita sin pedirnos nada a cambio?

    Hoy deberíamos plantearnos qué debemos cambiar de nuestros día a día para vivir siempre desde la humildad y la sencillez del leproso. No podemos obviar que los leprosos eran no sólo considerados personas enfermas, sino que además se les considera endemoniados e indignos, por eso, la fortaleza y la fe de este hombre que se acerca hasta Jesús debemos tenerla en cuenta porque se salta todas las leyes para llegar a ver al Hijo de Dios. ¿Tenemos nosotros esa misma fe? ¿Hacemos lo posible e imposible para estar cerca de él? O quizá ¿nos acordamos de él sólo cuando lo necesitamos?

    Creo que nuestra exacerbada confianza en nosotros mismos, junto con nuestra falta de fe y confianza en Dios nos impide caer rostro a tierra y pedir al Señor que está a nuestro lado, que en tantas ocasiones se ha hecho el encontradizo con nosotros, “Señor, te necesito. Si quieres, puedes curarme” y dejamos pasar e Jesús sin pedir que nos limpie la lepra que nos invade. Porque ésta es otra de las preguntas que hoy debemos hacernos ¿qué lepra padecemos hoy en día nosotros? El ansia de consumismo, la inercia, el amor propio, la avaricia que nos hace conservar todos los talentos que hemos recibido, materiales y espirituales, bien guardados, la vanidad, soberbia… todo esto es la lepra propia del siglo XXI y de la que muchas veces o no somos conscientes o no queremos deshacernos de ella. Por eso ha llegado el momento de preguntarnos cómo podemos curarnos de todos estos males y si estamos dispuestos. La solución la tenemos: ponernos en manos de Dios, pero ¿estoy dispuesto a este abandono?

    Si nos fijamos en el Cristo que el evangelio hoy nos ofrece, esta disposición nos será mucho más fácil. El evangelio nos muestra un Jesús tremendamente humano que conociendo los problemas de la lepra no sólo se acerca a él, desafiando las “leyes sociales” que concebía a estas personas como impuras, sino que además le toca con sus manos, desafiando a la propia enfermedad sin miedo a contagiarse. Jesús se olvida de sí mismo para ayudar a la persona que tiene delante y que tanto le necesita. Jesús queda siempre afectado por el sufrimiento del prójimo, por el sufrimiento de cada uno de nosotros, Jesús siempre se queda afectado por las necesidades y sufrimientos de los más excluidos y excluidas de nuestra sociedad. Ante un Dios tan preocupado por nosotros, tan desvelado por las necesidades de todos y cada uno de nosotros ¿A qué tenemos que tener miedo si nos abandonamos a sus manos y a su voluntad? ¡A nada!¡no podemos temerle a nada! Porque estando en sus manos estamos seguros, estamos salvados, estamos cobijados.

    Así, pues, no podemos acabar nuestra reflexión de hoy sin pedirle a Jesús que nos haga capaces de abandonarnos a sus manos y a su voluntad con total confianza. Que como el leproso le pidamos que se haga en nosotros su voluntad y que nos enseñe a ser compasivos y misericordiosos con los demás como él lo es con cada uno de nosotros.


RECUERDA:

1.- ¿Le exijo a Dios lo que debe concederme o hacer conmigo en cada momento?
2.- ¿Confío profundamente en el Señor?
3.- ¿Doy mi vida por los demás como Jesús la da por mí?

¡Ayúdanos, Señor, a ser testigos de tu liberación desde los pequeños gestos!