24 de enero de 2020.
VIERNES DE LA II SEMANA.
TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
7º DÍA DEL OCTAVARIO DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
¡Paz y bien!

Evangelio según san Marcos 3, 13-19.

En aquel tiempo, Jesús, mientras subía al monte, llamó a los que quiso, y se fueron con él.
E instituyó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios.
Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.

 



    “… mientras subía al monto, llamó a los que quiso, y se fueron con él…” dice el Evangelio.
¡Buenos días! El Evangelio del día de hoy nos presenta, para comenzar, la grandeza de un Dios que cada día, a mí al menos, nos desconcierta más.

    Hoy estamos leyendo un pasaje de la Sagrada Escritura muy manido, al que estamos muy acostumbrados. Además, un pasaje breve y que nos puede parece una mera lista de nombre de personas que fueron llamadas por Jesús y le siguieron. Pero este breve pasaje de la Sagrada Escritura tiene mucho que enseñarnos, y nosotros, de este breve pasaje de la Escritura tenemos, también, mucho que aprender.

    En primer lugar, esa afirmación que dice: “llamó a los que quiso” ¿y quién quiso? Pues doce hombres que no pasarán a la historia por su inteligencia, saber estar… quizá tampoco por su fidelidad o por su fe fuerte, al menos en un principio.
Jesús llamó a doce personas, de lo más normal posible, como tú y yo. Con sus virtudes y con sus defectos: ninguno tenía carrera universitaria, uno le traicionó, otro le negó en su pasión, dos querían los primeros puestos, todos, menos uno, el resto le abandonaron en el momento de su muerte… pero, sin embargo, él quiso que fuesen ellos quienes le siguiesen, él quiso que sus discípulos fuesen cada uno de ellos, incluso el que acabó traicionándole. Por eso digo que Jesús nos desconcierta cada día más, porque, hoy, él quiere que tú y yo también le sigamos. ¡Sí! Nos quiere a cada uno de nosotros, quiere, siendo todopoderoso y omnipotente, que tú y yo, que todos le sigamos. Con nuestras virtudes, también con nuestros defectos, con nuestras faltas de fe, de constancia, de amor a los demás… ¡porque las tenemos! pero a pesar de todo ello quiere que le sigamos, que nos hagamos colaboradores suyos, que demos la vida por su evangelio ¿no es maravilloso que Dios nos necesite? ¿no es maravilloso que Dios te llame para ser discípulo suyo? Entonces… ¿por qué no le sigues? ¿por qué nos cuesta tanto abandonar nuestras zonas de confort y entregarnos a su mensaje, a su Palabra y a su llamada? ¿por qué nos cuesta tanto colaborar con él e intentar mejorar cada día nuestros defectos? A veces me da la sensación de que al sentirnos queridos por él, “como nos hizo así para que cambiar” ¿este conformismo no es un error? ¿No será pecado no intentar mejorar mis debilidades para que mi acción sea cada día más ejemplarizante y dé un mejor testimonio de mi vida como cristiano?

    Por eso tenemos que fortalecer nuestras virtudes día a día, por eso tenemos que ir mejorando nuestras debilidades: falta de respeto a los demás, de tolerancia, de amor, de perdón, de entrega. Nuestras faltas de fe y de confianza en el Señor. En definitiva, tenemos que ir cada día abriéndonos más a su Palabra, acogiendo su llamada y haciéndonos ejemplo de su amor en medio de este mundo que necesita conocer a Dios. Jesús nos llama para una misión muy importante: ser las manos, los ojos, el corazón de Dios en medio de nuestro mundo, para hacer realidad su amor en la tierra. Por todo ello, a la hora de cumplir con la misión que Jesús nos ha encargado de extender su buena noticia, nos tenemos que preguntar si nos predicamos a nosotros mismos o a Jesús de Nazaret. Esto es, si nuestras obras son un reflejo de Dios o un reflejo de lo que nosotros pensamos, vivimos y decimos. En definitiva, como decíamos en el evangelio de ayer, si acompañamos nuestra vida de obras que la doten de todo sentido.

    Pero hay otra cosa que llama la atención del Evangelio de hoy. “Y ellos le siguieron”.
Es verdad que ninguno es un superhombre, ni perfecto. Es verdad, como hemos dicho que no pasarán a la historia por su fidelidad y sensibilidad. Pero por lo que sí que pasan los apóstoles a la historia es por dejar todo lo que tenían y seguir a Jesús.
Y ese es el paso que nosotros debemos dar hoy ¡seguir a Jesús! Hacernos colaboradores suyos y reflejo de su amor. Ser capaces de dejar nuestros apegos para seguir su camino, sus huellas. Para poder responderle con una entrega ejemplar a su llamada.  Debemos convertirnos en personas que demos la vida por los demás, que respetemos a los demás en sus decisiones y formas de pensar. Que sepamos perdonar, acoger, no hacer diferencias entre unos y otros. En definitiva, comportarnos con la misma misericordia y caridad con las que lo hacía Jesús ¿Estás dispuesto o dispuesta a aceptar el reto de seguirle?

RECUERDA:

1.- ¿Atiendo y escucho la llamada de Jesús?
2.- ¿Soy consciente de mis debilidades y pecados para mejorarlos día tras día de modo que mi seguimiento a Jesús sea cada vez más fuerte y fiel?
3.- ¿Quiere seguirle? ¿Qué me lo impide?

¡Ayúdanos, Señor, a distinguir tu llamada entre tantas consignas de nuestra sociedad que nos ensordecen y bloquean la sensibilidad!