21 de enero de 2020.
MARTES DE LA II SEMANA.
TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
4º DÍA DEL OCTAVARIO DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
¡Paz y bien!
Evangelio según san Marcos 2, 23-28.
Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.
Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Él les responde:
«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, como entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que sólo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a los que estaban con él?».
Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».
El Evangelio de hoy nos presenta un tema apasionante. Una dicotomía que está muy presente en nuestra vida: ¿Hemos de vivir ateniéndonos constantemente a las leyes, y por lo tanto, llevar una vida esclavizados por ellas? O, por el contrario, ¿tenemos que vivir al margen de toda ley?
Estas preguntas nos las hemos formulado constantemente en nuestra vida, no me cabe duda alguna. Es más, no me equivoco si afirmo que en esta dicotomía es donde se juega nuestro presente.
¿Cómo superar esta eterna batalla? ¡Mirando el actuar de Jesús!
No es nada fácil, pero es lo que nos corresponde como seguidores suyos. Y no es fácil porque si miramos el actuar de Jesús y queremos ser coherentes en nuestra vida esto nos llevará al mismo tiempo a ser muy exigentes, a tener que hacer un gran esfuerzo por no caer en la incoherencia de vida y por lo tanto ya que miramos el actuar de Jesús, llevarlo a cabo nosotros también.
Jesús siempre mira el bien de las personas y lo único que desea es favorecer a quien encuentra necesitado, aunque sea yendo más allá de la ley. Su única ley es el amor. San Agustín lo concretó en esa célebre frase: “ama y haz lo que quieras”.
Por lo tanto, nuestra primera pregunta de hoy no se hace esperar: ¿nosotros también vivimos centrados en favorecer a nuestros hermanos y hermanas? O, por el contrario, ¿nuestro corazón está lleno de cosas ajenas a Dios? Cuando esto ocurre, cuando llenamos nuestro corazón con cosas ajenas al amor de Dios, con cosas ajenas a su Palabra, abundan, en nosotros, los juicios a los demás, olvidando que Dios es el único que sabe lo que hay en cada uno.
Por lo tanto, dirijamos nuestra mirada al Padre y dejemos que sea Él quien mire cada corazón. También puede haber rencores que nos alejan de determinadas personas. Rechazos instintivos a otros…Es preciso, como seguidores de Jesús, examinarnos desde el fondo del corazón y buscar ser fieles a lo que Él espera de nosotros. Ese es Dios: alguien que desea ver en el corazón de cada uno el reflejo de su amor y encontrar en cada uno la fidelidad fruto de ese amor nuestro.
Por eso, no duda en anteponer el hombre y sus necesidades a las leyes. Porque él mira el por qué y el para qué de las leyes, mira las necesidades de los demás y sabe que no pueden existir leyes contrarias al amor y a la donación, contrarias al perdón, a la vida y a la misericordia por y para los demás.
No se trata de caer en un relativismo o relajación moral, un mal muy extendido en nuestra sociedad. Se trata de entender y vivir la ley, como Jesús la vivió. Él no es de la escuela del relativismo; tampoco del legalismo. Él es esclavo de hacer el bien a las personas. Su actuación está dirigida por el amor. A ello nos invita constantemente en su evangelio y esa debe ser muestra opción preferencial a lo largo de nuestra vida: amar a los que viven a nuestro lado y buscar constantemente su bien, su felicidad ¿Cómo lograremos esto? Amando a Dios sobre todas las cosas y como decíamos al principio de la reflexión de hoy, poniendo su Palabra en el centro de nuestro corazón y llenándonos de ella.
RECUERDA:
1.- ¿Pongo la Palabra de Dios en el centro de mi vida?
2.- ¿Antepongo a los demás y sus necesidades a todas las cosas en mi vida?
3.- ¿Qué cosas ajenas a Dios llenan nuestro corazón?
¡Ayúdanos, Señor, a que aprendamos de Jesús a vivir con libertad y confianza evangélicas!