3 de enero de 2020.
TIEMPO DE NAVIDAD - CICLO A - AÑO PAR
¡Paz y bien!
Evangelio según san Juan 1, 29-34.
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dijo: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Continuamos con la figura de Juan el Bautista. Una figura que a mi siempre me crea una positiva inquietud. Positiva por la simpatía que me despierta la figura del Bautista ¡ojalá algún día yo tenga una vida tan entregada a Dios y a Jesús como de manera inquebrantable la tiene él1 y por esos mismo, la inquietud. Puesto que me lleva a cuestionarme, en cada momento que me encuentro con él, si yo estoy haciendo de mi vida ese instrumento que “allane y prepare el camino de Jesús”. Evidentemente, después de un momento de preguntas e interrogantes nuestra fe sale fortalecida y nuestra experiencia de Dios también, y por eso, además de por la simpatía que despierta en mi la figura de este Gran Profeta creo que la inquietud que me genera es más que positiva. Así que yo también quiero, o al menos así me gustaría, que tú también te lo plantees hoy en tu momento de oración y de reflexión.
Como decíamos ayer la experiencia es vital si queremos que nuestro testimonio de Dios tenga fuerza en medio de un mundo, como el actual, donde lo religioso cada vez es más infravalorado. Por eso, hoy, redundamos en esta idea de tener experiencia de Dios en nuestra vida, de dejarnos llevar, inundar y vivir por la Palabra y la Voluntad de Dios.
La primera lectura de hoy continúan dándonos pista sobre cómo podemos lograrlo. Hoy de hecho nos recuerda que “somos hijos de Dios” y que por lo tanto debemos vivir como tales. Pero ¿qué significa vivir como hijos de Dios?
Vivir como hijos de Dios significa que somos capaces de negarnos a nosotros mismos, que salir de nuestra zona de confort es algo que, aunque costoso hacemos con normalidad para lograr vivir cerca de Dios. Vivir como hijos de Dios significa, también, que reconociéndonos limitados, pobres y pecadores intentamos vivir lejos de aquello que desagrada a nuestro Padre; en definitiva, que nuestra voluntad es hacer y cumplir en cada momento la voluntad de Dios en nuestra vida.
Y todo esto se consigue por la experiencia de Dios. Si yo me siento amado por él, respetado por él, perdonado y salvado por él ¿qué no haré para devolverle tanto amor como Dios me ha dado a mí de una manera graciosa y gratuita? Puesto que somos hijos de Dios, permanecemos y vivimos en Él y “quien permanece en Él, no peca” ¿Cuándo pecamos? Cuando nos alejamos de Él y no vivimos como hijos suyos, cuando nuestra libertad es usada por mi sola voluntad y conveniencia y para beneficio personal en lugar de ponerla al servicio de los demás.
Como vemos la experiencia de Dios, de la que hablábamos ayer, vuelve a adquirir, hoy, toda su importancia y relevancia si queremos preparar el camino de Jesús para que sea acogido por todas las personas que habitan en este mundo.
Por todo ello, como el Bautista, nosotros también debemos anunciar de obra y de palabra al que quita el pecado del mundo, a Aquél que es capaz de hacernos hijos de Dios; a Aquél que es capaz de regalarnos su potente luz y disipar nuestras tinieblas; que es capaz de ofrecernos un alimento especial rebosante de vida regalándonos su cuerpo entregado y su sangre derramada por amor, al que es capaz de acompañarnos en nuestro trayecto terreno… Por eso, Juan dice a los que le escuchan que se queden con Jesús, que sigan siempre a Jesús.
No nos desviemos nosotros del Camino, la Verdad y la Vida que es Jesús. No nos alejemos de aquel que ha venido al mundo para nuestra salvación.
RECUERDA:
1.- ¿Me reconozco como hijo de Dios?
2.- ¿Vivo como hijo de Dios?
3.- ¿Preparo el camino del Señor?
¡Señor que sea capaz de menguar yo para que Dios se haga grande en medio de este mundo!
¡FELIZ NAVIDAD!
Hilario Javier