Martes 24 de diciembre de 2019.
IV semana. Tiempo de Adviento - Ciclo A -Año par
FERIA MAYOR DEL ADVIENTO.
¡Paz y bien!

Evangelio según san Lucas 1, 67-79.

En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
«“Bendito sea el Señor, Dios de Israel”,
porque ha visitado y “redimido a su pueblo”,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la “misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza”
y “el juramento que juró a nuestro padre Abrahán” para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante “del Señor a preparar sus caminos”,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».


    Estamos a un paso de la noche santa de la Navidad. Por eso es una suerte poder leer este evangelio en el día de hoy. Un Evangelio, que al menos a mí, me hace darme cuenta, una vez, de lo afortunados que somos aquellos que rezamos la Liturgia de las Horas cada día porque podemos disfrutar de esta oración de Zacarías cada mañana en el rezo de Laudes. Una oración bellísima que al menos a mí me hace reflexionar, cada jornada, cosas nuevas. Es, sin duda, una fuente inagotable de alabanzas al Señor nuestro Dios.

    Hoy, a escasas horas del nacimiento de Jesús, nos encontramos con el nuevo nacimiento de Zacarías. Tras el nacimiento de su hijo, Juan el Bautista, al ver la gloria de Dios en su vida, éste (Zacarías) recupera el habla que había perdido en el momento de la Anunciación del ángel Gabriel ante su incredulidad.
Él se había acostumbrado a su actividad religiosa y a la soledad de una pareja sin familia. Recibió la visita de Dios y al principio le retiró totalmente su confianza. Eso mismo nos ocurre también a nosotros; nos acostumbramos a nuestra vida, a nuestra rutina, a nuestros problemas y alegrías. Nos acostumbramos tanto que salir de nosotros mismos para dar nuestra vida por los demás se convierte en muchas ocasiones en una “tarea” imposible. Nos acostumbramos tanto a nuestros “yoismos” que abrir nuestro corazón al mensaje de Cristo resulta muchas veces imposible.
Sin embargo, hoy, el Evangelio nos muestra cómo al fin Zacarías se abrió a la gracia de Dios, obteniendo así una nueva oportunidad para nacer de nuevo.
El Espíritu Santo se apoderó de él, como antes se había apoderado María e Isabel (sólo basta recordar la oración del Magníficat). También él comenzó a profetizar, habiendo recuperado antes la palabra. En este cántico, Zacarías reconoce que su pueblo ha estado sometido a miedos, horrores, esclavitudes y odios por parte de sus enemigos. Pinta el pasado del pueblo como un vivir en sombras de muerte. Sin embargo, Dios, movido por su entrañable misericordia, ha visitado a su Pueblo y lo ha liberado. Se ha acordado de su alianza, ha sido fiel a sus promesas, ha cumplido sus predicciones.

    ¿No nos acorre a nosotros lo mismo cuando dejamos que Dios visite nuestra vida y nos transforme según su Palabra?

    ¡ESA ES LA VERDADERA NAVIDAD! Que Dios transforme nuestro corazón, que nos visite cada día para nacer en nuestro interior, que nosotros seamos capaces de albergarle cada día con nuestra vida, en definitiva, que dejemos que VIVA PARA SIEMPRE EN NOSOTROS.

    Esto es lo que debes plantearte esta noche cuando ese humilde, sencillo y misericordioso Niño, Jesús, venga a nuestro encuentro una Navidad más, ojalá hagamos que sea la definitiva Navidad.


Recuerda:
1.- ¿Estás verdaderamente preparado para celebrar la Navidad?
2.- ¿Tiene sentido repetir cada año la Navidad?
3.- ¿Es por fin, para ti, Cristo todo en todo y todos?


¡Cantaré eternamente tus misericordias, Señor!
¡Feliz Adviento!
Hilario Javier