13 de
abril de 2020.
LUNES
(OCTAVA DE LA PASCUA).
TIEMPO
DE PASCUA
CICLO
A
¡Paz
y bien!
Del
Santo Evangelio según san Mateo (Mt. 28, 8-15)
“ALEGRAOS”
En aquel tiempo, las mujeres se
marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a
anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús salió al encuentro y
les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los
pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis
hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino,
algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes
todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y
dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de
noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos
del gobernados, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».
Ellos tomaron el dinero y obraron
conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los
judíos hasta hoy.
¡Buenos días!
Trigésimo día de confinamiento. Ya nos
queda un día menos para salir triunfantes de esta primera parte de actuación
contra la pandemia. Ayer, que tuve un día denso, pensaba: ¿todo esto servirá
para algo? Quiero decir, no me cabe duda que a nivel sanitario, sí. Pero yo iba
un poco más allá. Los hombres y mujeres de este mundo ¿habremos aprendido algo
cuando volvamos a la normalidad? ¿Cambiará nuestra manera de actuar después de
darnos cuentas de que somos tan vulnerables como siempre? ¿Dejaremos de jugar a
querer ser como Dios, algo que además es tan antiguo como la existencia humana;
ya en su momento Adán y Eva lo intentaron y así les fue…? ¿Nos daremos cuenta
de que podemos hacer mucho bien cambiando nuestra actitud y dejando a Dios ser
Dios y dedicarnos nosotros a ser mejores y a mejorar la vida de quienes peor lo
están pasando? O por el contrario ¿volveremos a nuestros pecados de siempre sin
que esto haya cambiado ni un ápice nuestro corazón? Yo puedo contestar por mí,
ahora debemos hacerlo cada uno de nosotros en nuestro interior. Desaprovechar
una oportunidad como ésta para ser mejores, en mi caso, sería imperdonable
después del esfuerzo que todos, la mayoría, estamos haciendo.
Pero dejemos de lado el pesimismo y
hágamosle caso a Jesús cuyo mensaje es muy muy claro: “¡ALEGRAOS!” Nada más. No
nos pide nada más, sólo, que vivíamos alegres. Y alguno puede pensar: “Pero
Hilario ¿cómo vamos a vivir alegres con la que nos está cayendo?” Pues es
verdad, es difícil estar alegres con la que nos está cayendo. Pero es difícil
estar alegres con la que nos está cayendo porque estamos, ahora mismo,
olvidándonos de Cristo. ¡Sí! Estamos olvidándonos de Cristo porque tú piensa:
Si Cristo ha resucitado de entre los muertos; si el mal no tiene poder sobre
nosotros, si Cristo ha resucitado para que nosotros tengamos la vida eterna…
¿qué sentido tiene estar tristes? ¿Acaso lo que estamos viviendo es más fuerte
que el propio Dios? ¿Puedes más un coronavirus que Dios? ¿Es más importante la
alegría de salir a la calle cuando queramos que el amor que Dios nos tiene?
¿Acaso Dios no nos da la fuerza para nos desfallecer? ¿No tenemos, cada día,
las fuerzas necesarias para permanecer confinados haciendo este gran esfuerzo
para salir adelante? He aprendido, y espero que se me entienda bien, que salir
a la calle me produce alegría pero puedo vivir confinado con mayor o menor
esfuerzo; lo que no podría es vivir sin Cristo, sin Dios. Lo que no soportaría
es un viernes santo permanente en mi vida; sin embargo, como Dios lo sabe ha
resucitado para que dejemos atrás la tristeza del Viernes Santo y vivíamos la
alegría de sabernos resucitados, amados y protegidos por Dios. Hoy, seguimos viviendo
ese día que no se acaba: el DOMINGO DE RESURRECCIÓN. Ese día que comenzó ayer y
que durará hasta el próximo domingo cuando acabe la OCTAVA. ¿Vamos a estar
tristes ante este hecho? ¿Podemos estarlo? Estamos de celebración y Jesús nos
lo pide: ALEGRAOS. No cabe, pues, la tristeza.
Además, como vemos en el Evangelio de hoy
Jesús nos llena la vida de mensajes optimistas que no pueden pasar
desapercibidos en nuestra vida. Durante la cincuentena pascual, cada vez que
leamos las distintas apariciones de Cristo veremos una constante en estos
textos. La intención de los mismo es revelar, como estamos diciendo todo el
rato, el conocimiento de los primeros compañeros y compañeras de Jesús. Un
conocimiento que se basaba en que el mal, el fracaso, la violencia y la muerte
no tienen la última palabra sobre la vida. La última palabra es la de Cristo,
la última palabra es el AMOR. Repito ¿qué es más fuerte el “COVID19” o el Amor
y la Resurrección de Cristo?
Otro de los aspectos importantes que
encontramos en este relato es el hecho de que, sobre todo, fueron las mujeres
quienes participaron con más fuerza de esta experiencia de Jesús resucitado.
Jesús se aparece, por primera vez, a una mujer; en este caso a María Magdalena.
Fueron las mujeres y el apóstol san Juan quienes permanecieron junto a Jesús de
manera más fiel hasta la cruz, hasta el extremo del amor. ¿Casualidad? ¡NO!
Jesús no hace nada por casualidad ni por obra del azar.
Que
se aparezca primero a las mujeres pone de manifiesto el valor que éstas tenían para
él. Las mujeres, tan denostadas en la sociedad de la época, son revalorizadas
por Dios en cada momento. Ellas que ni tenían voz ni voto son las primeras para
Dios. No podemos decir que Jesús fuese machista, que Dios relevase a la mujer a
un segundo plano, en absoluto. Dios pone de manifiesto el poder y la fuerza de
la mujer en cada momento, como podemos ver hoy; como vemos en la Anunciación
con María; en su encuentro con la Samaritana y en muchos otros pasajes.
Imaginaos, María Magdalena, una mujer adúltera ¿qué valor tendría su testimonio
en aquel momento? Sin embargo, Jesús se le aparece a ella en primer lugar y la
envía a anunciar a los demás la gran noticia de que Cristo ha resucitado. Más
de dos mil años después, nuestro mundo tiene mucho que aprender en este aspecto
y revalorizar más la figura de la mujer no sólo en el mundo o en la sociedad
sino también en nuestra propia vida. Sin ellas nosotros no estaríamos aquí y
desde esa premisa sobra cualquier comentario más.
Un Evangelio, el de hoy, lleno de
símbolos que ponen de manifiesto el momento de alegría que estamos viviendo.
Jesús nos pide que nos alegremos y que demos testimonio de este acontecimiento
que se ha hecho realidad. Que no tengamos miedo y que salgamos de nuestras
zonas de confort para darlo a conocer a todo el mundo, ahora mismo sólo podemos
hacerlo desde nuestra casa, pero lo importantes que podemos hacerlo.
Cristo
ha resucitado y esto… esto… esto debe transformar nuestra vida ¿o, aún, no
estás convencido de ello?
RECUERDA:
La experiencia de la Resurrección de
Jesús es una experiencia de fe donde la alegría y la esperanza tienen que
desplazar de nuestra vida el temor y la resignación. Una experiencia que nos
moviliza al envío y a la misión: “Id a Galilea” nos pide Jesús. Cada uno de
nosotros, mejor que nadie sabe cuál es la Galilea a la que debe ir para dar
testimonio de Cristo Resucitado.
1.- ¿Cómo me dispongo a vivir esta
cincuentena pascual?
2.- Cristo ha resucitado ¿Vivo este
acontecimiento con alegría en mi vida o es algo que ha sucedido un año más sin
darle la importancia que tiene?
3.- ¿Estoy dispuesto a salir de mi zona de
confort para ir a Galilea a dar testimonio de este hecho?
¡Ayúdame,
Señor, a acoger tu envío para se testigo de la esperanza y de la alegría en medio
de mi ambiente!
¡Podéis
quedaos en casa en paz! ¡Aleluya, aleluya!