22 de abril de 2020.
MIÉRCOLES II DEL
TIEMPO DE PASCUA
CICLO A
¡Paz
y bien!
Del
Santo Evangelio según san Juan (Jn. 3, 16-21)
“TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE ENTREGÓ A SU
UNIGÉNITO, PARA EL QUE TODO QUE CREE EN ÉL TENGA VIDA ETERNA”
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a
su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida
eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que
no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de
Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al
mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran
malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz,
para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se
acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
¡Buenos días!
Trigésimo noveno día de confinamiento. Seguimos
adelante en esta “desescalada”, o, mejor dicho, hacia esa desescalada
que supondrá poder salir de casa poco a poco, repetimos para no emocionarnos:
poco a poco. Lo importante es que todo vaya bien y que podamos salir sin
peligro de ser contagiados ni de contagiar. Pero aprovechemos el momento para
seguir uniéndonos cada vez más y mejor a Cristo. Para ser esos hombres y
mujeres nuevos que nazcan de nuevo para convertirnos en imagen de Cristo en
medio de nuestro. Continuemos rezando por aquellos que más lo necesitan en
estos momentos.
Avanzamos en el evangelio de hoy,
continuación del que empezábamos el pasado lunes. La afirmación con la que nos
encontramos nada más empezar es bastante clarificadora: “tanto amó Dios al
mundo, que envió a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca,
sino que tenga la Vida Eterna”. ¿Vivimos esto de esta manera? ¿Reconocemos
que Cristo es el hijo de Dios que nos da la Vida Eterna? Si lo reconocemos así
en nuestra vida ¿por qué nos cuesta tanto abandonarnos a su voluntad? ¿por qué
nos cuesta tanto creer y confiar en él? Si Dios nos ama tanto ¿por qué pensamos
que las cosas malas que nos pasan es un castigo que Él nos envía? Desde esa
perspectiva tan arraigada en nosotros ¿pensamos que esta pandemia del COVID-19
es un castigo de Dios? ¿Hay algo más contrario al amor que el castigo, o querer
que alguien atraviese por un mal? ¿Acaso Dios puede querer que suframos?
Entonces ¿para qué envío a su Unigénito? ¿Nos damos cuenta de que estos
pensamientos tan arraigados en nosotros no son más que una muestra de
desconfianza en el Señor basada en nuestro temor y nuestra falta de experiencia
de él? ¿por qué no abrimos más nuestro corazón a su Palabra y Voluntad? No
lanzo todas estas preguntas para agobiar, sino para que nos demos cuenta que,
en muchas ocasiones, nuestros pensamientos nos juegan malas pasadas y somos
presos de nuestra falta de fe.
No podemos olvidar que el Hijo de Dios,
Jesucristo, es la expresión de amor más cercana que podemos recibir de Dios.
Sólo se requiere fe, aceptación de su persona y su palabra, para acoger toda
luz que proviene de Él. ¿Por qué no cambiamos nuestra actitud de hombres viejos
por esta actitud de hombres “renacidos” del Espíritu?
Quizás,
alguien piense, repito de nuevo, que esta pandemia global que estamos padeciendo
sea un castigo de Dios. Este pensamiento surge, también, por una conciencia
intranquila y temerosa. Con este tipo de pensamiento, sólo se expresa una
imagen negativa de lo que Dios es. Hemos de levantar la mirada más allá de
nuestros miedos, abrir nuestra comprensión de un Dios lleno de amor para con
nosotros. ¿Hay algo más grande que el hecho de que Dios muera por nosotros?
¿Por qué nos cuesta tanto vivir esta alegría? ¿Qué te lo impide?
Jesucristo se entregó a la cruz por amor a
los hombres y mujeres, para que el miedo, el dolor y el sufrimiento no tenga
poder sobre nosotros, no pueda apartarnos, como diría San Pablo, del amor de
Dios. La de Cristo es una entrega total, que nos permite mirar a Dios de otra
manera. De una manera confiada, entregada, plena, alegre. Nos permite mirar a
Jesús sin miedo, sin rencor, con una mirada llena de cariño y de gratitud. ¿No
es esta la mirada propia de aquél que como María confía por completo en el
Señor?
Como vemos, la palabra definitiva de Dios no
es el juicio, sufrimiento ni rencor. Su palabra definitiva es: “AMOR”. Un amor
gratuito y solidario que se hace realidad en Jesús para que lleguemos a
alcanzar la plenitud en nuestra vida, sobre todo los más débiles y necesitados.
No podemos olvidar que vivimos en un mundo donde además del dolor de la
situación actual, vivimos momentos de injusticia y violencia, muchas veces
insospechados. Si cambiamos esta visión que nosotros tenemos de Dios, por una
visión más abierta al AMOR, más positiva y realista de él lograremos ser camino
de humanización en nuestro entorno. Lograremos convertirnos en verdaderos
testigos de aquello que mejor describe a Dios: testigos de su amor. ¿Por qué no
nos planteamos avanzar por este camino a lo largo de nuestra vida?
RECUERDA:
“Tanto amó Dios al mundo…” es una frase
que nos ha de hacer pensar en la bondad de Dios. Él es toda bondad, y quiere
manifestarse en nosotros trayéndola a nuestra existencia. Dios no quiere que
suframos, Él en su bondad, se solidariza en nuestra vida, viviendo y padeciendo
nuestros sufrimientos, para que sintamos cómo nos sostiene, y alcancemos la
alegría en el dolor.
1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de
Pascua?
2.- ¿Reconozco que Dios es amor? ¿Aún vivo
pensando que Dios castiga y que quiere nuestro sufrimiento?
3.- ¿Qué me impide ser ejemplo de entrega y
de esperanza en el Señor para los demás?
¡Ayúdame,
Señor, a abrir caminos de humanización y renovación profunda de la vida al modo
de Jesús!