20 de
abril de 2020.
LUNES
II DEL TIEMPO DE PASCUA
CICLO
A
(SOLEMNIDAD
SAN VICENTE FERRER. PATRONO PRINCIPAL DE LA COMUNIDAD VALENCIANA)
¡Paz
y bien!
Del
Santo Evangelio según san Juan (Jn. 3, 1-8)
“EL QUE NO NAZCA DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU NO PUEDE ENTRAR
EN EL REINO DE DIO”
Había un hombre del grupo de los
fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le
dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte
de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios
no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no
nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo
viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no
nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de
la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que
te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes
su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha
nacido del Espíritu».
¡Buenos días!
Trigésimo séptimo día de confinamiento. Empezamos
nueva semana, la séptima de este confinamiento que estamos viviendo. Una
situación que en muchos momentos está poniendo nuestra resistencia al límite,
pero que sabemos que es una circunstancia que tenemos que vivir por nuestro
bien y el de aquellos que nos rodean. Así que sin perder el ánimo y la fuerza
debemos seguir adelante para vencer juntos a este virus con el que vamos a
tener que aprender a convivir. Recemos, como cada día, por los que han
fallecido, por sus familiares y amigos. Por todas aquellas personas que están
trabajando sin parar para que nosotros paremos en nuestras casas. Pidamos por
todos los habitantes de este planeta que están viviendo esta pesadilla que nos
atañe a todos. No quisiera acaba este recordatorio sin pedir que recemos,
también, por el continente africano. Todos conocemos la extrema necesidad en la
que viven y no sólo económica sino de todo tipo: alimentos, agua, medicina,
ropa, sanidad, medidas de higiene… Este continente hermano pasa necesidad de
todo tipo y, francamente, no creo que sean las mejores circunstancias para
atravesar y poder hacer frente a una pandemia como ésta. Así que recemos para
que esta situación les “respete” y puedan salir lo menos damnificados posible.
Este segundo lunes del tiempo de Pascua
celebramos, en la Comunidad Valenciana, la festividad de San Vicente Ferrer por
eso vais a encontrar dos evangelios en el día de hoy. No es que en la
Eucaristía hubiésemos escuchado los dos, pero ya que no podemos asistir a la
Eucaristía he decidido pasaros y comentaros los dos evangelios. Así podréis
seguir los Evangelios de Pascua todos seguidos y, al mismo tiempo, reflexionar
sobre el Evangelio que para el día de esta solemnidad nos propone la liturgia.
Espero no hacerme muy pesado. Os lo pasaré en dos documentos para que no sea
tan farragoso y largo de leer, aunque al final de cuentas es lo mismo.
Reflexionemos
sobre el Evangelio de san Juan para seguir el ritmo que nos marca la Pascua.
En este evangelio de Juan hoy se nos
presenta a Nicodemo. Una persona que refleja en primera persona el deseo de
abrirse a Jesús. Un deseo que le lleva a hacerse el encontradizo con él, le
lleva a visitarlo para poder conocerle y poder abrir su corazón a su mensaje.
Con Nicodemo, en este día de Pascua, podemos reflexionar sobre su conversión,
sobre nuestra conversión.
Nicodemo tiene miedo de que le vean
hablar con Jesús, de hecho, el evangelio nos dice que fue a verlo de noche. No
solo por miedo sino también por respeto a todos los judíos, vemos en Nicodemo
un perfecto ánimo de respeto y de medida en su vida. ¿Te sientes identificado
con él? No lo pregunto sólo por su vida comedida y de respeto a los hermanos,
que también, sino por su afán de conocer a Dios. Por su afán de abrirse al
espíritu de Dios. Es momento de que pongamos delante de Dios con toda
sinceridad cómo estamos viviendo en nuestra vida ese proceso de conversión que
debe darse cada día en nosotros. La vida es un constante proceso de conversión
y no podemos dejarlo de lado. No podemos pensar que, por el hecho de querer
seguir a Cristo, de participar en la vida de la Iglesia ya estamos convertido y
en el buen camino. No. Todos cometemos errores, todos nos dejamos llevar por
nuestros pecados, todos nos olvidamos de dar la vida por los demás y acabamos
alejados de Cristo; en definitiva, todos necesitamos de conversión. Todos
necesitamos sentir, en cada momento, esa inquietud por Jesucristo, por ponerlo
en el centro de nuestra vida como le ocurre a Nicodemo.
Siempre
me ha gustado ver cómo reconoce en Jesús al Mesías, siempre me ha gustado la
afirmación de Nicodemo en contraste o contraposición a la que veíamos ayer en
Tomás: “Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro porque
nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él". Es una
muestra de fe y de confianza en el Señor que me lleva a preguntarme ¿yo lo vivo
de la misma manera o necesito como Tomás ver y que me demuestren las cosas? Sin
embargo, Nicodemo que no había vivido en primera persona las vivencias del
Maestro cree, cree tanto que no pierde la oportunidad de ir en su búsqueda. Sin
embargo, yo que le conozco en mi vida en primera persona ¿por qué dudo de él?
¿Por qué no lo pongo en el centro de mi vida? ¿Por qué nos nacemos del Espíritu
y del Agua para ser hombres y mujeres de Dios?
Tras la afirmación de Nicodemo, la respuesta
de Jesús: “Te lo aseguro”, esta afirmación la repite en dos ocasiones:
Primero dice: “el que no nazca de nuevo”, después “el que no nazca
del agua y del Espíritu”. La pregunta desconcertante de Nicodemo es: “¿cómo
puede nacer un hombre siendo viejo?”. No se trata, le dice Jesús, de nacer
en la carne sino en el espíritu. ¿Estamos dispuestos a renacer nosotros de
nuevo?
En esta disposición de querer volver a nacer
de nuevo es donde comienza la conversión profunda del corazón y se empieza a
vivir la vida nueva que Jesús proclama, a vivir en el Espíritu Santo, a nacer
del agua purificadora del bautismo que nos hace hijos de Dios y deja su huella
en el alma para que podamos ir creciendo en la fe y el amor. ¿Qué quiere
decirnos Jesús con “nacer”? Quiere decirnos que nuestras obras y palabras
reflejen nuestro seguimiento a Cristo. Cuando nuestras dudas y pecados, con nuestras
controversias y muchas veces nuestros fallos, pero siempre con el corazón
puesto en él para llegar a ser fieles testigos y mensajeros de su Palabra y de
su Amor.
Estamos en tiempo de Pascua, de vivir la
alegría de la Resurrección de Jesús en nuestra vida ¿cómo vamos a hacerlo si no
nacemos cada día del Agua y del Espíritu? ¿Cómo vamos a hacerlo si no vivimos
nuestra existencia en clave de conversión?
“El viento sopla donde quiere y oyes su ruido,
pero no sabes de dónde viene ni adónde va”. El Espíritu Santo en
nuestras almas nos va dirigiendo casi sin darnos cuenta, pero modela nuestro
ser y nos va transformando en esa imagen viva de Dios. Sólo falta que nosotros
nos abramos a él.
RECUERDA:
San Juan con su evangelio busca dotar de
un sentido nuevo y esperanzador nuestra propia vida mediante nuestra conversión
de corazón. Esa conversión conlleva un nacer de nuevo al Espíritu y desde el
Espíritu. Conlleva más un dejarse hacer, una pasividad receptiva y
agradecida que un activismo voluntarista que acaba ahogando nuestra
escucha de la Palabra de Dios. Este tiempo de Pascua debe abrirnos el Misterio
de Jesús Resucitado, nuestro mundo necesita personas renacidas del Espíritu de
Dios ¿puede contar con nosotros?
1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de
Pascua?
2.- ¿Vivo mi vida desde la conversión con
ganas de abrirme al amor de Dios, a su mensaje y a sus obras?
3.- ¿Estoy dispuesto a entregar mi vida por
dar a conocer el mensaje de Dios en medio de nuestra sociedad?
¡Ayúdame,
Señor, con la fuerza de tu Espíritu, a nacer de nuevo y ayudar a otras personas
a hacerlo también!
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