6 de abril de 2020.
LUNES SANTO.
CICLO A
¡Paz y bien!
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 12, 1-11.
“Y muchos creyeron en él”.
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
¡Buenos días!
Vigésimo tercer día de confinamiento. Avanzamos, así que ánimo y adelante. Cada día son más las personas que superan esta enfermedad que nos ha cambiado la vida de repente, pero que, como siempre recuerdo, hay algo que no va a poder cambiar jamás: LA UNIDAD DE DIOS CON CADA UNO DE NOSOTROS. NADA, como dice san Pablo, PUEDE SEPARARNOS DEL AMOR DE DIOS.
Hoy es LUNES SANTO. Acompañamos a Jesús hacia Jerusalén, cerca ya los días de la Pascua. Y en ese camino hacia la cruz, porque no olvidemos que sube a Jerusalén sabiendo que va a morir por salvarnos a nosotros, en ese camino, como digo se detiene en Betania. Esa aldea en la que vivían sus amigos: Lázaro, Marta y María. Betania es, sin lugar a dudas, el lugar de la amistad. Ese lugar donde, como nos ocurre a nosotros cuando nos juntamos con familiares y amigos, Jesús tiene ese momento de distensión y de poder disfrutar de los suyos. Siempre me ha gustado ver Betania como ese lugar de descanso de Jesús, verdadero Dios, pero también verdadero hombre y que, como tal, supongo que le gustaría descansar rodeado de los suyos.
Concebido, pues, como tal, Jesús repara fuerzas y aliento para afrontar todo lo que le espera en Jerusalén: unos acontecimientos duros motivados por ese conflicto que crea su mensaje en aquellos que le escuchaban. Un conflicto, también, originado por el estilo de vida de Jesús y que ponía de manifiesta, como nos pone a nosotros, la falta de coherencia entre la vida y la fe de aquellos que se suponían ser judíos ejemplares y, por lo tanto, fieles seguidores de Dios.
Por todo ello, como vemos al final del evangelio de hoy, los sumos sacerdotes decidieron darle muerte a Jesús y no solamente a él, también a Lázaro pues su vida, su mensaje se había convertido en motivo de conversión para muchas de las personas que le rodeaban. ¿Pasará con nosotros lo mismo? Cuando la gente nos vea dar testimonio de nuestra fe, cuando la gente nos vea obrar ¿seremos motivo de conversión, seremos ejemplo en medio de nuestra sociedad del amor que Dios nos tiene? ¿no es esto lo más grande que nos podría llegar a pasar?
Estamos en semana santa. Como digo ese momento en el que tenemos que adherirnos, más que nunca, al amor de Cristo para poder vivir, pensar, hablar y sentir como él y no hay mejor adhesión que la de convertirnos, para nuestra sociedad, en un reflejo de este Dios al que amamos y veneramos. De este Dios que se hizo hombre en Jesús para nuestra salvación.
Junto a esta actitud entregada y ejemplificante de Lázaro, también tenemos la de María. Esa joven humilde y sencilla, hermana de Lázaro, que con una extremada gratitud se dispone a ungir los pies de Jesús con un perfume muy valioso, quizá lo más valioso que tenían. Esto no es, sólo, ejemplo del amor de María hacia Jesús, sino que manifiesta también lo valiosa que era para ella y los suyos el poder disfrutar de la vida de Jesús. En él, en el Nazareno, se han sentido reconocidos y reconocidas como hijos e hijas de Dios. María reconoce que, gracias a la justicia de Jesús, gracias a su Misericordia, en definitiva, gracias a él, ella puede sentirse salvada, dignificada, perdonada e hija de Dios. ¿Nos acerca a nosotros Jesús a esta manera de afrontar la vida? ¿No sentimos amados, respetados, salvados por él? ¿Sentimos nuestra dignidad de hijos de Dios gracias a Jesús? Dicho en pocas palabras ¿le valoramos en nuestra vida como merece? Sino es así ¿qué sentido tiene celebrar, una vez más, la Semana Santa? Si grande es el gesto de María al ungir los pies del Maestro con el ungüento más caro, más grande es el gesto del amor desmesurado que Jesús muestra hasta el extremo (la muerte en la Cruz) por cada uno de nosotros. ¿Lo tenemos en cuenta o por el contrario nos ocurre como a Judas que no quiere entender nada?
Judas Iscariote, el que le entregó, se resiste a entender este lenguaje de amor extremo. Prefiere quedar escandalizado, prefiere regirse en lugar de por la lógica del Amor y de la Misericordia, por la lógica del interés personal, del enriquecimiento, de la mentira y de la traición. La lógica del cálculo y de la avaricia le lleva a ver sólo el precio del aceite que María utiliza con Jesús y le impide reconocer que seguir el Evangelio de Cristo es vivir desde la pura gratuidad. De hecho, utiliza la doble moral. Esa doble moral, ese discurso moralista y, muchas veces demagógico, utilizado por nosotros cuando nos dejamos llevar por este pecado, de utilizar (poner de parapeto) a los pobres. Judas parece preocupado por los pobres: “Por qué gastar tanto dinero en Jesús cuando hay gente pasando necesidad” llega a decir. A caso ¿le importaban los pobres cuando él iba con la bolsa robando todo lo que podía? ¿Cuántas veces nos ocurre a nosotros que intentamos justificar nuestras buenas acciones cuando en realidad las hacemos porque obtenemos algún beneficio (NO CAIGAMOS EN EL ERROR DE PENSAR EN BENEFICIOS ECONÓMICOS ÚNCIAMENTE)? Muchas veces hacemos buenos obrar para granjearnos amistades, buena fama, tranquilidad de conciencia… ¿no es esto semejante a lo que hace Judas en el día de hoy?
RECUERDA:
Estamos en la semana grande de los cristianos. Estamos en los momentos cruciales de la vida de Jesús, de aquél que se hizo hombre para salvarnos. Acompañarle significa creer en él, acompañarle significa querer hacernos imagen y semejanza suya para que los demás puedan ver en mí el rostro de este Dios que se hace hombre para nuestra salvación.
1.- ¿Qué valor tiene Jesús para mí? ¿Lo vivo así?
2.- ¿Seguimos a Jesús en sus últimas horas dispuestos a asemejarnos cada vez más a él o por el contrario queremos darle muerte como los sumos sacerdotes del evangelio de hoy?
3.- ¿Con qué disposición me dispongo a vivir esta Semana Santa?
4.- Al igual que ocurre con Lázaro ¿mi discurso, mis sentimientos mis obras son motivo de conversión para quienes me rodean?
¡Ayúdame, Señor, a ser imagen de tu amor en medio de mi mundo!