23 de abril de 2020.

JUEVES II DEL TIEMPO DE PASCUA
CICLO A

¡Paz y bien!

Del Santo Evangelio según san Juan (Jn. 3, 31-36)


“EL PADRE AMA AL HIJO Y TODO LO HA PUESTO
EN SU MANO”


El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

      


¡Buenos días!
      
Día número cuarenta de confinamiento. Como cada día, sigamos haciendo lo verdaderamente importante en estos duros momentos: por una parte, cuidándonos para no caer enfermos y así cuidar a los que nos rodean. En segundo lugar, sigamos rezando y uniéndonos, cada día, más a Dios. Recemos por los fallecidos, familiares y amigos. Por todos los que de manera incansable están trabando y ayudando para que todo esto acabe cuanto antes. Sigamos rezando para ue todo el mundo reciba la ayuda necesaria y nadie pase necesidad ante el futuro incierto que se nos plantea.

       Continuamos con el evangelio que comenzábamos el pasado lunes. Allí nos encontramos con Nicodemo ¿os acordáis? Se nos pedía renacer del Agua y del Espíritu para ser hombres nuevos que pongan su vida en manos de Dios para que su testimonio sea un testimonio veraz y un testimonio de la presencia de Cristo en nuestro día a día. Hoy vamos a redundar en esta misma idea con una pregunta que debemos hacernos desde el principio de nuestra reflexión: ¿Soy de la tierra o soy de Dios? Hoy Jesús nos lo deja claro: “el que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra” ¿me pasa esto mismo a mí? Entonces si me siento representado en esta afirmación ¿de qué estoy dando testimonio? ¿No me dijo Jesús el pasado día que debía ir al mundo entero y proclamar su Evangelio? Por eso es importante hacernos esta pregunta, como he comentado, porque debemos saber si “somos” de la tierra o del cielo.

       Así pues, ser de la tierra significa vivir alejado de Dios. Son de la tierra aquellas personas que carecen de vínculos con Dios, son los que “hablan de las cosas de la tierra”.
Sin embargo, cuando Jesús habla de aquellos que son del ciele en primer lugar, hace referencia de sí mismo: “da testimonio de lo que ha visto y oído”. Jesús muestra el rostro del Padre, el ser y el hacer de Padre. Acoger, creer en la Palabra del Hijo significa aceptar a Dios mismo. Él viene del cielo. Pero en segundo lugar, hace referencia, también, a todos aquellos que dan su vida por el Evangelio, dan la vida por cumplir la misión que Cristo nos ha encomendado. ¿De qué y de quién damos nosotros testimonio? ¿nuestras obras testimonian que somos de la tierra o del cielo? ¿Qué me impide ser considerado del cielo? ¿Qué me ata a la tierra y me impide ser testigo de Cristo?

       Como vemos no son preguntas retóricas, ni mucho menos, sin importancia, estas preguntas deben ser el motor de nuestra oración en este tiempo de Pascua, donde, además, de vivir la alegría de la Resurrección de Cristo, debemos vivir esa interiorización que me lleve a entregarme a la voluntad de aquel que murió en la cruz por mí.

Para las primeras comunidades cristianas era importante clarificar que Jesús es el Hijo de Dios. Acoger el mensaje de Jesús, es acoger a Dios, aceptar su presencia sanadora y liberadora, como dice el salmo “el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias”. ¿No nos ocurre lo mismo a nosotros? Necesitamos que nos recuerden que Jesús es el Hijo de Dios, y necesitamos esto porque se nos olvida. Se nos olvida que aceptar que Jesús es el Hijo de Dios es intentar vivir el mismo estilo de vida que el Nazareno: una vida de acogida, de entrega, de perdón. Una vida donde se haga presente la universalidad, esto es: dar siempre lo mejor de mí mismo a todas las personas que me rodean sin excepción. Vivir que Jesús es el Hijo de Dios es ponerle en el centro de mi vida, negarme a mí mismo para cumplir su voluntad. Significa vivir desde el sacrificio, la fe y la fidelidad a aquel que me da la vida. ¿Verdad que necesito que me lo recuerden a mí también como a las primeras comunidades cristianas? Y eso no es malo. Eso no debe de entristecernos. Esto debe ser una motivación para avanzar cada día más en nuestra entrega, tanto a Dios como a nuestros hermanos; en definitiva, esto es avanzar en el camino de la santidad a la que todos estamos llamados desde el día de nuestro nacimiento.

Es necesario que optemos entre aceptar que Dios está ausente en la vida o acoger la presencia salvadora de Jesús, ya presente en la vida cotidiana, en gestos y palabras que expresan perdón, alegría, estoy contigo, amor, escucha, creo en ti. Es una opción personal, que nadie pueda hacer por mí. Es una opción que Dios me pone en mi día a día porque me ha hecho libre y sólo yo puedo decidir si acepto la invitación que se repite en este evangelio de aceptar el testimonio de Cristo en mi vida y dar testimonio de él.  No debemos olvidar que aquellos que acogen esta invitación son transmisores del rostro de Dios a través de sus vidas. ¿Tú qué respondes?





RECUERDA:

       En este evangelio de Juan cristo es reconocido como “el que viene de lo alto”, como Aquél que se identifica plenamente con Dios. Jesús es Palabra encarnada, Palabra de Dios hecha hombre. Por eso su testimonio es verdadero. Pero y nosotros ¿también lo somos? Solo desde una experiencia de Dios en nuestras vidas podemos acceder a su conocimiento. Nosotros ya la hemos tenido, ahora sólo nos falta preguntarnos: ¿cómo la vivimos: como personas del cielo o de la tierra?

1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de Pascua?
2.- ¿Soy del cielo o de la tierra? ¿Qué dice mi testimonio de mí? ¿Y mis obras?
3.- ¿Cómo vivió la experiencia que tengo de Dios en mi vida?

¡Ayúdame, Señor, con la fuerza de tu Espíritu a ser hombre y mujer de comunión donde haya fracturas y desamor!