14 de
abril de 2020.
MARTES
(OCTAVA DE LA PASCUA).
TIEMPO
DE PASCUA
CICLO
A
¡Paz
y bien!
Del
Santo Evangelio según san Juan (Jn. 20, 11-18)
“DIME DÓNDE LO HAS PUESTO”
En aquel tiempo, estaba María fuera,
junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos
ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies,
donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé
dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de
pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le
contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime
dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he
subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y
Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los
discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
¡Buenos días!
Primer mes de confinamiento superado.
¡ENHORABUENA! A todos los que hemos podido llegar hasta aquí de mejor o peor
manera. Más o menos animados. Lo importante es que lo estamos consiguiendo y
que tenemos la certeza (una de las pocas que tenemos en la actualidad) que ya
nos queda un día menos. Todo comenzó el catorce de marzo, si echamos la vista
atrás parece que hace mucho tiempo. Hemos aprendido a convivir con esta nueva
enfermedad, hemos aprendido a vivir encerrados en casa perdiendo uno de los
bienes más preciados del ser humano: la libertad y creo, espero no equivocarme,
que hemos aprendido, también, a valorar más la vida y la salud ¿Veis como todo
no es malo? Además, debemos seguir concienciándonos de que manteniendo esta
situación no sólo nos preservamos nosotros del contagio, sino que ayudamos a
que los demás tampoco se contagien, siempre lo recuerdo. Así que ánimo que nos
vamos a hacer unos expertos, por desgracia, del COVID19.
Además de celebrar este primer mes,
debemos recordarnos cada día que estamos celebrando las fiestas más grandes e
importantes de los cristianos: LA PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS con todo
lo que ello comporta en nuestra vida, o al menos debería comportar. Recordar lo
que Jesús nos pedía ayer: “¡ALEGRAOS!”. Jesús nos lo pide y como decíamos los
días pasados: no cabe la tristeza ante el hecho que hemos vivido con su
resurrección así que ¡a ponerse las pilas quien no lo haya hecho todavía!
El evangelio de hoy, y así lo veremos a
lo largo de toda la semana, nos muestra una aparición de Jesús resucitado.
Recordad que estamos en la Octava de Pascua y hasta el próximo domingo, segundo
de Pascua, estaremos viviendo y reviviendo ese Domingo de Resurrección que
celebrábamos antes de ayer. Como intenté explicar es como si fuese un solo
domingo que dura ocho días.
Hoy
Jesús se aparece a María Magdalena. Como dijimos ayer todo un gesto lleno de
intencionalidad por parte de Dios y que no debemos pasar por alto. Pero para no
redundar en la misma idea de ayer, vamos a fijarnos en otros momentos del
Evangelio.
Lo primero en lo que vamos a poner el
acento es en la dificultad que tiene María Magdalena en reconocer a Jesús.
Vemos como lo confunde con el jardinero del lugar y por eso le pide
insistentemente que le diga donde está el cuerpo del Maestro, sin reparar que
estaba ante el propio Jesús. La dificultad que presenta María Magdalena radica
en la nostalgia, algo que nos sucede también a nosotros y que nos impide en
muchos momentos poder reconocer a Jesús en nuestra vida.
Este
sentimiento de la nostalgia nos lleva a aferrarnos y a fijarnos en lo que ya se
ha quedado atrás, nos lleva a pensar y a vivir al pie de la letra el famoso
refrán: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Esto nos impide afrontar el
presente y descubrir la novedad de Dios que acontece en nuestras vidas. Nos
cuesta dejar el lastre del pasado y vivir intensamente el tiempo que vivimos,
desaprovechando las oportunidades que se nos ofrecen para acercarnos a los
demás, vivir al lado de los demás y hacer felices a los demás. Acabamos
regodeándonos en nosotros mismos y pensando que ahora no somos ni seremos tan
felices como lo fuimos antes. ¿Pero qué sentido tiene vivir desde la nostalgia?
¿A caso el mensaje de Cristo, su Resurrección dejan de tener vigencia en este
2020? ¿No nos damos cuenta que si vivimos pensando en el pasado se nos escapa
la posibilidad de descubrir a Cristo en los “jardineros”, “hortelanos” y
demás “prójimos nuestros” con los que nos encontramos cada día. Jesús no
deja de hacerse presente en la actualidad de nuestra vida en las personas y acontecimientos
que nos rodean y sin embargo a nosotros cada día nos cuesta más descubrirlo.
No podemos obviar que Jesús nos cita
siempre para darnos ese mismo mandato que hoy recibe María Magdalena: anunciar
su mensaje y su resurrección. Pero ¿lo llevamos a cabo? Para poder vivir
plenamente este mandamiento que Jesús nos hace debemos vivir, como escuché una
vez, desde la “espiritualidad del soltar” que es totalmente opuesta a la
nostalgia de la que hablábamos. Esta espiritualidad nos lleva a vivir soltando
seguridades, miedos, acomodos… Sólo así podemos abrirnos al presente y al
futuro sin cortapisas. De lo contrario nos quedaremos siempre echando de menos
algo que no sólo no volverá sino que además ya ha pasado y aunque forma parte
de nuestra vida debemos vivirlo como el impulso que nos ha llevado a ser lo que
somos en la actualidad: hombres y mujeres de Cristo que quieren dar su vida por
Amor a Dios y a los demás ¿o pensamos más en nosotros mismos? Por eso debemos
de preguntarnos ¿qué debo soltar en mi vida para reconocer a Cristo en el hoy
de mi existencia? ¿qué lastres llevo en mi corazón que me impiden vivir
plenamente el ministerio que Dios me ha encomendado de dar a conocer su Mensaje
y Resurrección?
RECUERDA:
Todos los cristianos somos testigos que
manifestamos con nuestra vida y con nuestra palabra que Cristo sigue vivo
porque ha resucitado. Es la misión que nos toca renovar en este tiempo de
Pascua. Cuando todavía resuena en nosotros el testimonio vivo de quienes por él
dieron la vida. Cristo sigue vivo si tú y yo somos capaces de vivir coherentemente
nuestra fe. Ojalá que trabajemos para que nunca desaparezca de nuestro
horizonte esa luz que ha de iluminar nuestro camino y el de los que nos rodean.
1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de
Pascua?
2.- ¿Vivo anclado en la nostalgia de que cualquier
tiempo pasado fue mejor o me abro a la realidad del día a día viviendo el
presente, reconociendo a Cristo en el presente y proyectándolo con vitalidad,
confianza y fue en el futuro?
3.- ¿Estoy dispuesto a vivir esta teología
del soltar para vivir desde la libertad de los Hijos Salvados de Dios?
¡Ayúdame,
Señor, a vivir el presente reconociéndote en todo aquel que me rodea y dándote
siempre a conocer en medio de mi mundo!
¡Podéis
quedaos en casa en paz! ¡Aleluya, aleluya!