28 de abril de 2020.
MARTES III DEL TIEMPO
DE PASCUA
CICLO A
¡Paz
y bien!
Del
Santo Evangelio según san Juan (Jn. 6, 30-35)
“No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da
el verdadero pan del cielo”
En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos
y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en
el desierto, como está escrito: “Pan del
cielo les dio a comer”». Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue
Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el
verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da
vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a
mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
¡Buenos días!
Día número cuarenta y cinco de confinamiento.
¡AVANZAMOS! Ya queda un día menos. No sabemos cuándo, pero lo cierto es que
vamos hacia el final de esta mala época. Pero no perdamos más energía en hablar
de lo que estamos cansados, máxime cuando no podemos hacer mucho más. Vivamos
estos días desde la oración y la unión a Cristo. Es momento de alegría y de
fiesta, no podemos olvidar el mensaje de Cristo el día de su Resurrección ¿os
acordáis? ¡ALEGRAOS! Eso es lo que debemos conseguir a pesar de la situación.
Vivir alegres porque sabemos que no estamos solos, que Dios ha resucitado para
que la muerte no tenga poder sobre nosotros. Por eso no tenemos que tener
miedo, tenemos que seguir hacia delante. Y rezar. Rezar mucho por todos los que
están viviendo esta situación desde el dolor y el sufrimiento de haber pedido a
un ser cercano, por los fallecidos y por todos aquellos que no han descansado
de su trabajo poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias para que
nosotros podamos seguir adelante. Esta es la mejor manera de vivir y de
invertir el tiempo en esta época de pandemia y confinamiento: orando para estar
cerca de Jesús.
Y
situándonos ya en el Evangelio de hoy, leemos el evangelio de Juan donde una
vez más se reconoce a Cristo como el pan de vida. Un evangelio que la primera
pregunta que va a presentarnos es si Jesús es el alimento del que nosotros nos
alimentamos verdaderamente cada día o si lo sustituimos por cualquier otro que
aparentemente nos da la felicidad pero que, acabamos descubriendo, nos aleja
cada día más de Dios. Pero, además, no podemos olvidar, no es simplemente el
Pan de vida en referencia a comida, sino que además hace referencia al Pan de
la Eucaristía. Al pan que nos da la Vida Eterna. Jesús tiene que ser nuestro
sustento en todos los sentidos.
El fragmento de hoy se refiere al pan de
vida. Cristo como pan Eucarístico lo trataremos más adelante, pero no quería
dejar pasar esa percepción para tenerla siempre presente. Hoy, Jesús dice de sí
mismo que es “el pan bajado del cielo para dar la vida al mundo”. Es decir,
procede del cielo, de Dios, viene de parte de él; y es pan, es alimento. Dicho
más en concreto: Dios envía a alguien para que nos dé de comer, nos da pan para
que con él nos alimentemos y podamos vivir. Y ese pan es su propio Hijo. ¿lo
reconocemos como tal? ¿nos alimentamos de él? Quiero decir ¿es nuestra
esperanza, nuestra meta a alcanzar o nuestra voluntad a cumplir? ¿lo tenemos
como el camino que nos lleva al Padre?
Frente a esta actitud de tener a Cristo como
alimento verdadero podemos tener la actitud de todos aquellos que de una manera
incrédula hoy se acercan a Jesús para pedirle “signos” en los que basar su fe y
poder creer en él. Podemos decir que dudan de su testimonio, de su Palabra y le
ponen a prueba. ¿No nos ocurre eso a nosotros cuando le pedimos un signo de su
presencia en nuestro mundo? ¿no nos ocurre lo mismo cuando no nos concede
aquello que ansiamos tener y dudamos de su presencia? En el Antiguo Testamento
podemos ver como Dios había dado un pan bajado del cielo –el maná- a los
israelitas hambrientos en el desierto. Y precisamente, hoy, aquellos que le escuchan
hablar del pan de vida le piden que demuestre que también él es un maná como
aquel de antaño; sólo así le creerán. ¿te encuentras reflejado en esta actitud?
Jesús no puede permanecer callado y les dice
que así como el Padre del cielo alimentó al pueblo en el desierto, también
ahora lo sigue alimentando; pero con la diferencia de que quien coma ahora de
este pan –que es él mismo-, es decir, quien lo acepte y crea en él nunca más
pasará hambre. ¿por qué no tomamos nota? ¿por qué no nos alimentamos de él?
¿por qué buscamos sustituirle por dinero, fama, seguridad, bienestar… y todas
esas cosas que nos alejan de él?
Hoy debemos cuestionarnos cuál es nuestro
alimento. En qué o quién ponemos nuestra vida y nuestro corazón. Hoy debemos
preguntarnos quién es el fundamento de nuestra existencia. En otras palabras,
quien tenga fe en Jesús como enviado de Dios quedará saciado para siempre. ¿No
es esta una oferta tentadora? ¿Quién será tan insensato que se atreva a despreciar
esta oferta que Jesús nos hace?
RECUERDA:
Lo mismo que en el camino de su
liberación el Pueblo de Israel fue sostenido por Dios con el maná, Jesús es el
alimento y el sostén de la Iglesia. Es el “pan de vida que baja del cielo y
da la vida al mundo”. Cuando en lugar de nutrir nuestras vidas con su
Palabra lo sustituimos por el dinero, la seguridad o la búsqueda del propio
bienestar a costa de los otros, estamos negando las obras del Amor y, por
tanto, negamos a dios con nuestras actitudes y prácticas, aunque lo confesemos
con nuestras palabras. Tenemos que acoger al Dios encarnado en Jesús y eso
significa acogerlo como el pan de vida para poder compartirlo con la
nuestra a todos aquellos que tienen hambre y sed de justicia.
1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de
Pascua?
2.- ¿Es Cristo el pan del que me nutro cada
día?
3.- ¿Lo comparto con todos los que me rodean
sin excepción?
¡Ayúdame,
Señor, a nutrir mi vida con tu Palabra para que dé frutos de amor, solidaridad
y justicia!