16 DE MAYO DE 2020

SÁBADO V DEL TIEMPO DE PASCUA
CICLO A

¡Paz y bien!

Del Santo Evangelio según san Juan (Jn. 15, 18-21)


“No sois del mundo, sino que yo os he escogido
sacándoos del mundo”.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

      

      
Día número sesenta y tres de confinamiento. Ya tenemos la noticia que muchos esperaban: llega la famosa fase uno. Ayer, hablando con uno de mis médicos comentábamos el miedo que tienen ante la desescalada porque esto NO HA PASADO, PERMENECE. “Hilario, la gente está actuando de manera inconsciente”, me decía. “Que nos permitan un poco más de libertad no significa que el peligro no esté presente en nuestro mundo, nosotros (los médicos) tenemos miedo de no poder volver a reaccionar a tiempo”. Como podéis ver la cosa no es fácil, así que, como viendo diciendo desde hace unos días: actuemos con sentido común, responsabilidad y generosidad. Y confiemos, confiemos mucho en el Señor. Así que, todos aquellos que seamos de riesgo, personas mayores, etc… quedémonos en casa o salgamos lo menos posible. Es la vida, propia y la de los demás, la que está en juego. Sigamos rezando a quien no nos abandona: Dios. Pidámosle, como cada día, por todos aquellos que han fallecido, por sus familiares y amigos. Por los que están en puestos de trabajo difíciles, por los que se han quedado en el paro, por los que pasan necesidad y, también, porqué no, por nosotros para que el Señor nos dé la fuerza necesaria para seguir adelante.
      
       Avanzamos en el texto de san Juan. Continuamos con el capítulo quince. Durante estos días hemos estado reflexionando sobre nuestra pertenencia Jesús, sobre cómo es nuestra fe o cómo son los frutos que ofrecen nuestras obras. Como digo seguimos avanzando y vamos a reflexionar sobre un tema que muchas veces puede alejarnos de esos frutos buenos que debemos dar. ¿Te has preguntado cómo reaccionarías si en tu vida corrieses la misma suerte que Jesús? Ese es el tema. ¿Aceptaríamos seguir la misma suerte que Jesús? ¿Aceptamos la incomprensión, los juicios, las críticas de aquellos que nos rodean porque nosotros, nuestra fe, nuestras ideas no son las mismas que las que ellos tienen? Dicho de otra manera: ¿cuántas veces hemos ocultado nuestra condición de creyentes por miedo a lo que puedan decir o pensar a los demás? ¿Cuántas veces no hemos hecho algo por alguien por miedo a que me juzguen los que hay a mi alrededor? ¿No estamos más pendientes de nuestra buena imagen y de nuestra fama en lugar de hacer presente con nuestras obras el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros?

       Seguir a Jesús es asumir las cruces de la vida del mismo modo que él las asumió. No significa, ni muchos menos, que él se alegre con nuestro sufrimiento, pero sí que debemos aceptar las incomprensiones de los demás. Nuestro seguimiento a Jesús está fuera del pensamiento “normalizado” de nuestra sociedad y es por eso que tendremos que vivir muchos contratiempos fruto de nuestra adherencia a Cristo. Recordad cuando le dice al joven rico: “deja todo, dalo a los pobres, ven y sígueme”. Con esa expresión nos está diciendo cómo tiene que ser nuestro seguimiento a él. Como bien afirma hoy, no somos del mundo, no podemos estar sujetos a sus vanidades y tiranías, ni los criterios de valor y comportamiento pueden ser los del mundo.
Durante este tiempo de pandemia, muchas veces, tengo la sensación de estar viviendo un constante “sálvese quien pueda” o “mi beneficio es ante todo”, algo que ya nos avisó el Papa Francisco en la Exposición del Santísimo de la plaza de san Pedro que no podía estar presente en la vida de ningún creyente. ¿Por qué caemos en este error?

Seguir a Jesús es cargar con la cruz de cada día, conocer y vivir la vida desde las enseñanzas de Jesús. Poner el amor de Dios Padre por encima de todo otro valor, tarea o decisión, es decir, vivir desde el evangelio. Y más aún, anunciar el evangelio a todas las naciones. Y ¿cuál es el evangelio de Jesús? La instauración del Reino de Dios que es amor, es libertad y paz. ¿Verdaderamente trabajamos por hacer realidad el amor, la libertad y la paz en el mundo en que vivimos? ¿Cómo se entiende entonces que nos cueste tanto, en este tiempo, renunciar a todas las salidas que queremos hacer a la calle, en lugar de quedarnos en casa para que nuestros sanitarios a los que decimos que apoyamos no se vean desbordados por culpa de nuestra inconsciencia? ¿Cómo se explica que seamos incapaces de renunciar a nuestras salidas en lugar de quedarnos en casa para no contagiar a quienes nos rodean y de los cuales no sabemos cómo puede esto afectarles?
Pero salgamos de este tiempo de pandemia y vayamos a nuestra cotidianeidad ¿cómo se justifica que nos callemos nuestra fe por miedo al qué dirán? ¿Queremos ser más que el maestro? ¿Tenemos más miedo que fe? ¿Nuestro miedo a perder la buena fama es más fuerte que la fe a Cristo? ¿Cómo se explica que muchas veces nos dediquemos más a los que nos gusta o nos da más beneficios que en ayudar a nuestros hermanos necesitados de una manera altruista? ¿Cuál es mi verdadera motivación en la vida?

      
La vocación de todo cristiano debe ser una llamada al servicio, a conseguir la fraternidad universal, a la justicia, a la solidaridad, y a la paz. N podemos olvidar que estamos llamados a ser otros “cristos” en medio de nuestro mundo y que eso llevará, en muchos momentos, persecuciones o posicionarnos en contra de los criterios que marca nuestra sociedad hoy en día: “vivir el momento”, el dinero, el “salvase quien pueda”, “primero yo porque me lo merezco”… esto, irremediablemente, conllevará incomprensión por parte de mucha gente, pero somos mensajeros de la paz, del amor, del perdón y de la esperanza de Dios.
      
RECUERDA:

La invitación que nos hace Jesús a seguirle es una provocación a nuestra libertad que conlleva consecuencias. El Evangelio tiene la capacidad de transformar el corazón y la vida. Su mensaje de fraternidad e inclusión es percibido como amenazante para quienes construyen su bienestar sobre el olvido del sufrimiento de las víctimas. Jesús denuncia toda práctica religiosa o social que legitima la exclusión e inauguran un nuevo orden sin primeros ni últimos. Por eso su vida es memoria peligrosa y crítica frente a toda forma de dominación e injusticia. Creer en él y practicar el Evangelio no nos asegura la vida, sino que nos desinstala profundamente y nos lleva a estar dispuesto a correr su suerte.

1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de Pascua?
2.- ¿Puedo considerarme más del mundo o de Cristo?
3.- ¿Estoy dispuesto a correr la misma suerte que Jesús? ¿Qué me asusta?

¡Ayúdame, Señor, a vivir desde la fortaleza que nos otorga tu fe y desde la lealtad a los compromisos asumidos!