9 DE MAYO DE 2020

SÁBADO IV DEL TIEMPO DE PASCUA
CICLO A

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA MADRE DE LOS DESAMPARADOS (PATRONA PRINCIPAL DE LA CIUDAD Y DE LA COMUNIDAD VALENCIANA)

¡Paz y bien!

Del Santo Evangelio según san Juan (Jn. 19, 25-27)



Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

      

      
¡Muchas felicidades a todos y todas! Hoy es el día de nuestra Patrona, de nuestra Madre, la Virgen de los Desamparados. Tener por patrona a la Virgen de los Desamparados tiene que ser para nosotros un motivo de alegría, de orgullo que nos llene de satisfacción. La Virgen, ejemplo y maestra de entrega a la voluntad de Dios, en nuestro caso tiene un título muy especial: Madre de los Desamparados, de los más débiles, de aquellos que, no podemos olvidar, son los preferidos del Señor, aquellos que muchas veces son los más olvidados por nosotros mismos. Los enfermos, los moribundos, los necesitados, los hambrientos de pan y de justicia, los mayores, los encarcelados… y así hasta crear una amarga lista inacabable son los preferidos no sólo por Jesús sino también por nuestra madre, por nuestra patrona como su propia advocación nos recuerda. ¿También son nuestros preferidos? ¿son nuestra acción preferencial?
      
Hoy el Evangelio nos recuerda el momento en el que Juan recibe como madre a María. Lo hace en los momentos más duros de la vida de la Virgen, cuando a los pies de la cruz tiene que ver como matan a su Hijo, como su Hijo abraza la muerte para que nosotros nos salvemos. Y justo, justo antes de morir, Jesús se la entrega a Juan (el discípulo amado) como Madre; con este gesto, NOS LA ENTREGA A CADA UNO DE NOSOTROS (discípulos amados) como Madre. ¿Cómo recibo, yo, a María? ¿Verdaderamente la tengo como Madre? ¿La amo y la respeto como a una madre? ¿Le hago caso como a una madre?

Por eso no solamente debemos conformarnos con alegrarnos en este día, sino que, además, debemos esforzarnos por cumplir, como María, la voluntad de Dios en nuestra vida. Debemos tenerla como ejemplo, cada momento, para que nuestro “sí” a la voluntad de Dios, nuestra entrega y confianza en Él sea tan fuerte como lo fue la suya. Para que no existan límites en nuestra fe, para que no existan límites en nuestra entrega, para que no haya límites en nuestra relación ni con Dios, ni con los demás.
Celebrar la fiesta de la Virgen tiene que ser para nosotros un compromiso de ser como ella: “esclavos de la voluntad de Dios”, personas entregadas al amor de Dios, de manera que nuestra vida sea siempre cumplir su voluntad y una constante entrega a los más desfavorecidos, los más Desamparados, aquellos a quienes cubre nuestra Madre con su manto.

       Hoy es un día idóneo para preguntarnos si, como María, nosotros también somos capaces de mantener viva la fe de los demás en Dios como ella la supo mantener el Viernes Santo en la vida de los apóstoles. Es un día idóneo para preguntarnos si, como María, somos capaces de anteponer la voluntad de Dios a la nuestra. Si como ella vivimos pendientes de aquellos que más nos necesitan, en definitiva hoy es el día idóneo para preguntarnos si, María es el Modelo de vida que nosotros tomamos como ejemplo para poder vivir cerca de nuestro Padre, de nuestro Abba.

      
RECUERDA:

El Papa Francisco nos recuerda constantemente que «nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre”». Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús le confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.

1.- ¿Mi fe es una fe férrea y profunda como lo fue la de la Virgen María?
2.- ¿Entrego mi vida a Dios con total confianza como ella lo hizo o le pongo límites y reservas a mi entrega?
3.- ¿Son los desamparados mi opción preferencial en esta vida?

No puedo olvidarme, antes de acabar, de felicitar a todas las mujeres que hoy celebráis vuestro santo. Ojalá que nuestra querida y entrañable Madre os cubra siempre con su manto. ¡MUCHAS FELICIDADES!
¡Ayúdame, Señor, a tener cada día presente a María como Madre y Maestra de fe, entrega a tu Palabra y ejemplo de vida. Que como ella, yo sea capaz de decirte cada día: “Hágase en mí según tu Palabra”!