22 DE MAYO DE 2020
VIERNES VI DEL TIEMPO
DE PASCUA
CICLO A
¡Paz
y bien!
Del
Santo Evangelio según san Juan
(Jn.
16, 20-23a)
“Nadie os quitará
vuestra alegría”.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros
lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis
tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente
tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se
acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza;
pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra
alegría. Ese día no me preguntaréis nada».
¿Os acordáis lo primero que nos mandó
Jesucristo nada más resucitar el primer día de Pascua? ¿Sí? ¿No?
El
mandato que nos dio ese día era breve, claro y conciso debido a la gran
importancia del mismo: ¡ESTAD ALEGRES!
Jesucristo nos animaba ese día a vivir
desde la alegría verdadera, desde aquella alegría que siente la persona que
confía, cree y se abandona en Dios nuestro Padre. La alegría que no tiene fin y
cuyo fundamento viene de la confianza. Pues bien, es tan importante la alegría
para Cristo y para la Iglesia que hoy retomamos la lectura del evangelio diario
desde el mismo punto donde la dejamos ayer. Incluso repetimos el último
versículo de ayer: “vuestra tristeza se convertirá en alegría”. ¡Qué belleza!
¡Qué hermosura! ¡Qué alegría tener un Dios que lo único que le preocupa de
nosotros es que estemos alegres, que vivíamos la alegría que viene de Él y que
lleguemos a vivir plenamente la Vida Eterna que Él mismo nos ha regalado! ¿No
te da cierta tranquilidad y paz de espíritu? ¿No te pone en disposición de
querer darle cada día más toda tu vida a Él que tanto nos ama? ¿No deja esto al
descubierto, al mismo tiempo, nuestra falta de entrega a Dios?
Ciertamente son sentimientos encontrados
los que esta lectura crea en mí puesto que, como afirma, también deja al
descubierto que me falta mucho por vivir plenamente confiando en el Señor,
abandonándome a sus manos y poniendo mi plena confianza en Él. Como decíamos
ayer, la alegría que viene de Dios es aquella que fundamentamos en Él mismo y
que para lograrla no sólo lo conseguimos negándonos a nosotros mismos y
cumpliendo en cada momento su voluntad, sino que, además, la conseguimos
viviendo de manera plena manifestando con nuestra vida, con nuestros actos y
palabras los valores del Evangelio: amor, justicia, paz, misericordia, acogida,
respeto… todos esos sentimientos propios de un corazón abierto a la Palabra de
Dios. ¿Es esta tu forma de vivir? ¿Es esta la alegría que se manifiesta en tu
vida? ¿Qué te impide vivir la alegría que Dios nos regala?
Cuando nosotros nos alejamos de la
familia, de los amigos, etc. vivimos momentos de profunda tristeza. Jesús sabe
que esto nos pasa y por eso prepara a sus discípulos para su muerte, para ese
momento en el que muera en la cruz y no pueda acompañarlos hasta su
resurrección. Es por eso que les asegura que su ausencia va a ser breve, solo
por tres días. Porque al tercer día su Padre Dios le resucitará y entonces:
“Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra
alegría”. Este debe ser el fundamento de nuestra alegría, de nuestra fe, de
nuestra vida: la ¡Resurrección de Cristo! Si somos capaces de vivir plenamente
esta circunstancia, entonces y solo entonces, alcanzaremos la felicidad y la
alegría sin límites. ¿Pero qué significa creer en la Resurrección de Cristo?
Creer en la Resurrección de Cristo significa no dudar de su presencia, saber
que quiere lo mejor para cada uno de nosotros, por ende, abandonarnos a su
voluntad, cumplir su Palabra y manifestar su misericordia a todas y cada una de
las personas que habitan junto a nosotros. No podemos creer en la Resurrección
de Cristo y vivir en la tristeza, en la falta de fe, en la duda o en el odio y
el rencor.
Nosotros, cristianos del siglo XXI,
también podemos gozar de la presencia continua de Cristo. Cristo ha resucitado
y permanece siempre con nosotros. “El que me ama guardará mis mandamientos y mi
Padre y yo vendremos a él y haremos morada en él”. Así es el amor de Jesús con
nosotros, nunca nos deja solos, nunca nos deja huérfanos y por si fuera poco,
en cada eucaristía nos lo vuelve a recordar y nos ofrece su presencia amorosa,
regalándonos su cuerpo entregado y su sangre derramada. Sus palabras nos
llegan: “nadie os quitará vuestra alegría”. ¿Qué te la quita a ti?
RECUERDA:
El Evangelio es Buena Noticia. Es
esperanza y liberación para quienes anhelan la fraternidad y la utopía humana.
Es compromiso contra la injustica y la violencia que convierte a los seres
humanos en mercancía y destruye la tierra como casa común. Por eso, seguir a
Jesús no es “pactar con lo que hay”, sino arriesgar por amor a Dios en
la utopía de la fraternidad humana y en una vida más digna y plena para toda la
humanidad y toda la creación. Por eso el Evangelio no es cómodo, pero sí fuente
de una liberación y alegría profunda que nadie puede arrebatarnos.
1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de
Pascua?
2.- ¿Vivo la alegría de Dios en mi vida?
3.- ¿Manifiesto a mi prójimo la alegría
de Dios con mis palabras, actos y sentimientos?
¡Dame, Señor, tu Espíritu para llegar a vivir
la libertad, la incomodidad y la alegría del Evangelio en la cotidianidad de
cada día!