8 DE MAYO DE 2020
VIERNES IV DEL TIEMPO
DE PASCUA
CICLO A
MEMORIA DE LA VIRGEN
MARÍA, MADRE DE LAS GRACIAS
¡Paz
y bien!
Del
Santo Evangelio según san Juan (Jn. 14, 1-6)
«No
se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi
Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos
un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para
que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el
camino».
Tomás
le dice:
«Señor,
no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús
le responde:
«Yo
soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Día
número cincuenta y cinco de confinamiento. Leve repunte estos días en el número
de contagios. Seamos sensatos y escrupulosos en nuestra actuación. Debemos
tener cuidado para no contagiarnos. TODOS AQUELLOS QUE DEBEN PERMANECER EN SUS
CASAS DEBEN HACERLO, ESTO NO ES ALGO QUE DESAPARECE DE HOY PARA MAÑANA. Al
mismo tiempo seamos solidarios y generosos con los demás, NO DEBEMOS CONTAGIAR
A NADIE NI PONERLO EN PELIGRO. Seamos responsables en estos momentos.
Pidamos
por todos lo que han perdido su trabajo y su bonanza económica. Por TODOS, para
que cuando salgamos de esta terrible situación lo hagamos siendo conscientes de
que Dios no nos ha abandonado nunca, que debemos darle gracias por todo y poner
nuestra vida al servicio de quien más lo necesite.
Hoy,
sin duda alguna, es uno de esos días que cuando uno lee o escucha el evangelio
resopla de tranquilidad. Uno de esos días donde sosiega, calma, alegra y
enorgullece tener un Dios tan misericordioso como el Dios de los cristianos. Se
nos ha presentado, a lo largo de la semana, como el Buen Pastor, como el
Enviado para salvarnos con su muerte y con su Resurrección y hoy, Jesucristo,
el Hijo de Dios vivo, la Palabra hecha carne se nos presenta como el Camino, la
Verdad y la Vida. Como la única vía para llegar a Dios nuestro Padre, ese
camino que todos deberíamos caminar si verdaderamente queremos alcanzar la Vida
Eterna que Dios no solo nos ha prometido, sino que con su Resurrección nos la
ha puesto encima de nuestras manos, nos la ha regalado sin pedirnos nada a
cambio ¿verdaderamente vamos a rechazarla?
Como
decía, a lo largo de esta semana, Cristo se nos ha dado a conocer con diversos
ejemplos. Hoy lo hace con uno que, al igual que los anteriores, es muy
plástico: Camino, Verdad y Vida.
¿Es Cristo para mí ese
camino que deseo recorrer? El camino del cristiano es un camino de amor, de
entrega, solidaridad, justicia, respeto. Un camino exento de egoísmos, faltas
de caridad o de misericordia, exento de todo rencor, odios, excentricidades,
egolatrías, ensimismamientos… El Camino de Cristo que me lleva a Dios es el de
la confianza en el Aquél que nos dio la vida. Aquel camino que me lleva a vivir
desde Cristo, en Dios, para quien más lo necesita. Es un camino duro que
conlleva elecciones, renuncias, negaciones de sí mismo, un constante salir de
mi zona de confort, que me dé la oportunidad de ponerme en las manos de Dios y
saber cumplir su Voluntad. Es el camino de la verdad, del perdón y de la
donación. Ciertamente, no es fácil transitar por este camino, pero ¿acaso
estamos solos? ¿No nos acompaña Cristo en cada jornada de nuestra vida? ¿a qué
le tenemos miedo: a pasar por lugares oscuros o tener que bordeqar piedras que
nos supongan un esfuerzo? Todo lo podemos si vamos cogidos de la mano de Dios,
si dejamos que Cristo modele nuestra vida, nuestras obras, nuestros
sentimientos y palabras. Todo lo podemos si dejamos que nuestra vida sea lo que
Dios espera de cada uno de nosotros y no lo que nosotros queremos que sea en
cada momento, en cada circunstancia. Todo esfuerzo tiene su recompensa y en
este caso, andar por el camino de Cristo significa andar por el camino que me
va a dar la oportunidad de vivir la Vida Eterna en presencia de Dios. Cristo es
el camino, Cristo es el modo de vivir que me va a llevar a Dios. Él, que ha
muerto y resucitado por mí, no me va a abandonar ¿qué más necesito para caminar
por esta senda? Conozco a Cristo, conozco el camino, sólo tengo que ponerme en
marcha.
Pero además Cristo es la Verdad. La Verdad que me vida debe
creer, vivir y transmitir. Creer en la Verdad no es creer en mi verdad. Vivir
creyendo en la Verdad significa: vivir creyendo en Dios, en su mensaje y en su
Palabra. Significa, poner a Cristo como fuente de la que se nutren mis obras y
como meta a la que yo quiero llegar. Significa, creer en Aquel que me ha creado.
Vivir en la Verdad es transmitir su mensaje mediante mis actos y mi discurso; que
en mi vida tanto mis palabras, aquello que digo que creo, como mis actos, el
testimonio que yo doy, caminen a la par, caminen unidas de manera que no hablen
de mí sino de Dios, de modo que yo sea un fiel reflejo de la Voluntad de Cristo
en mi Vida. Vivir en la Verdad y desde la Verdad es vivir en Dios y desde Dios
para ponernos al servicio de los demás. ¿Qué verdad impera en tu vida?
Por último, Jesús se define como la Vida. La Vida que no pasa,
la Vida con mayúsculas. La Vida de la verdadera felicidad, aquella que nace de
Dios y muere en Él. Aquella que tiene siempre presente las necesidades de los
demás, que tiene siempre presente a nuestros prójimos. Una Vida donde nuestro
corazón no está puesto en los bienes materiales que con mayor o menor tino
podamos conseguir o anhelar, sino que nuestro corazón están puesto en el único
bien que debemos tener como mayor tesoro: Dios. De modo que Él sea nuestro
sustento, nuestro pilar, nuestro hombro al que acudamos cuando lo necesitemos y
cuando tengamos que darle las gracias por tantos bienes recibidos. Una Vida
donde lo importante es ser testigos del infinito amor que Dios nos tiene y
convertirnos en Cirineos que ayudemos a los demás a llevar sus propias cruces,
donde nos convirtamos en esos otros “cristos” que nuestra sociedad necesita
para poder conocer a Dios. Esa es la Vida que debemos alcanzar, si queremos dar
verdadero fruto, si queremos que nuestro fruto sea abundante. ¿Qué te impide
vivir esta Vida que Dios nos ha dado?
RECUERDA:
La
fe es fuente de confianza y riesgo. Es siempre dinámica porque en el camino de
la vida es donde Dios se nos sigue revelando y donde se nos siguen señalando
nuevos matices del Evangelio en cada contexto y situación. Por eso, la única
manera de adentrarnos en el conocimiento del Dios Cristiano es desde el
seguimiento a Jesús. Jesús es el camino, la verdad y la vida.
La fe es siempre desinstalación
y nos dispone a vivir como permanentes caminantes en operación salida de nuestro
propio ego, del individualismo que nos atrapa, para así, abrirnos al proyecto
solidario de Dios en la historia encarnado por el Hijo que se parece más a un
banquete popular donde los últimos serán los primeros, que a un club selecto y
privado donde está reservado el derecho de admisión.
1.-
¿Cómo estoy viviendo este tiempo de Pascua?
2.- ¿Ando
por el Camino de Cristo?
3.-¿Profeso
la Verdad de Jesús? ¿Me la creo? ¿La hago extensible a los demás?
4.-
¿Vivo la vida de Jesús? ¿Soy Vida para los demás?
¡Ayúdame,
Señor, a ser también reflejo de ese Camino, Verdad y
Vida que eres tú!