20 DE MAYO DE 2020

MIÉRCOLES VI DEL TIEMPO DE PASCUA
CICLO A

¡Paz y bien!

Del Santo Evangelio según san Juan
(Jn. 16, 12-15)


“El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena”.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

      

      
Seguimos con el discurso de despedida de Jesús hacia sus discípulos donde les comienza a advertir de todo aquello que está por llegar tras su marcha. Llevamos ya dos días escuchando cómo Jesús se despide de los apóstoles de una manera, podríamos decir, preocupada. Preocupado porque sabe que tanto ellos como nosotros seríamos incapaces de asimilar de una vez toda la información que Cristo tiene que darnos: que iba a ser apresado, que iba a morir en la Cruz, que resucitaría al tercer día, que vendría de nuevo de manera gloriosa a la tierra que subirá al Padre y que, para no abandonarnos, nos enviará su Espíritu Santo ¿no es complejo de asimilar todo esto de golpe? ¡Sí, lo es! Y Cristo lo sabe.

Cristo sabe que se va a encontrar con nuestros miedos, con nuestras incertidumbres, nuestros titubeos, nuestra falta de fe. Por eso, se dirige a sus apóstoles y les da la información, nos da la información, poco a poco; intentando que vayamos asimilándolo para poder guardarla en nuestro corazón, rezarla, orarla y ponerla en práctica.

¿Os acordáis de la paradoja de ayer cuando él mismo afirmaba que nos convenía que se fuese al Padre y que esta despedida debía hacernos felices? ¿Cómo nos va a alegrar que Cristo se vaya de nuestro lado? Entonces yo os preguntaba ¿realmente consideráis que estamos solos en este mundo, que Cristo nos abandona?
A tal pregunta respondíamos con un “no” rotundo. Veíamos como la marcha de Jesús al Padre nos aportaría la llegada del Espíritu Santo. Ese Dios hecho fuerza, ánimo, espíritu y que nos daría la fuerza necesaria para continuar adelante.

       Pues bien, hoy damos un paso más y no solamente vemos con el beneficio de esa recepción del Paráclito es recibir la fuerza de Dios, sino que, además nos guiará hacia la verdad plena. ¿Cuál es la verdad plena? Que debemos amar a Dios sobre todas las cosas. Que, si Él es el centro de nuestra vida, la meta de nuestras acciones, la fuente de las mismas, entonces seremos capaces de trabajar por el Amor, la Justicia, la Paz, la Concordia, la misericordia y todos esos sentimientos propios de aquellos que viven en unidad con Dios. Si por el contrario, no nos dejamos guiar por el Espíritu, si hacemos de nuestra vida aquello que nosotros queremos y esperamos en cada momento sin tener en cuenta a Cristo y su mensaje, entonces viviremos acorde a nuestra verdad, una verdad que dista mucho de ser la verdad plena de la que habla el Evangelio.

       ¿Quiere decir esto que es Dios quien nos merma nuestra libertad? ¿Quiere decir esto que yo no soy libre para actuar? ¡Nada más lejos de la realidad!
Dios nos hace libres, quiere que seamos libres y nos da la oportunidad de seguirle o de no hacerlo. De seguir su voluntad o vivir según la nuestra. La libertad del hombre radica en la elección de vida que nosotros hacemos y Él no nos obligará a hacer esto o aquello. Nos guía, nos enseña el camino de vivir según su Palabra, nos enseña lo que significa vivir en la cercanía de Dios y lo que ello nos podrá conllevar: vivir la Vida que Él nos ha regalado. Ahora depende de nosotros qué estilo de vida queremos tener. Si quiero vivir según mi verdad o si, por el contrario, quiero vivir la verdad de Dios: una verdad que me lleva a darme, en cada momento, a los demás. Una verdad que me lleva a saber acoger a quienes me rodean sin hacer acepción ni excepciones. Una verdad que me hace capaz de perdonar, de juzgar, de mirar por los demás antes que por mí mismo. Una verdad que me llevará a vivir mi fe en comunidad, en la Comunidad de aquellos que quieren seguir con su vida a Cristo y hacer de ella cuanto Dios espera de cada uno de nosotros. ¿Nos dejamos guiar por Él o preferimos guiarnos por nuestra voluntad?

      
RECUERDA:

El Espíritu de Jesús es el Espíritu de la verdad que nos guiará a la plenitud, a la verdad completa. Dios es inagotable y se revela al ser humano pedagógicamente. Se nos revela también en las nuevas comprensiones y situaciones que desde circunstancias y paradigmas nuevos son una provocación al amor, la fraternidad, la gratuidad y el misterio de la comunión con toda vida. Jesús se nos ofrece en su Espíritu especialmente desde las realidades más liminales, las periferias geográficas y existenciales, las experiencias que constituyen las experiencias límite de lo humano, el desafío de la diversidad de las religiones y de las culturas que hoy conviven en un mismo territorio, los nuevos interrogantes a los que la ciencia nos abre. El Espíritu de Jesús se nos revela ante el límite de lo humano y del misterio y lo hace como amor, esperanza, consuelo, como fuerza sostenedora y verdad creativa y creadora.

1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de Pascua?
2.- ¿Me abro a la posibilidad de que el Espíritu de Jesús me guíe hacia la verdad plena?
3.- ¿Estoy dispuesto a salir de mi comodidad para ponerme en camino de las periferias sociales y existenciales para hacer realidad la presencia de Dios en medio de ellas?

¡Dame, Señor, tu Espíritu para saber acogerte en las fronteras y en las periferias sociales y existenciales donde hoy te nos revelas!