3 DE MAYO DE 2020

DOMINGO IV DEL TIEMPO DE PASCUA
CICLO A

¡Paz y bien!

Del Santo Evangelio según san Juan (Jn. 10, 1-10)



En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas caminan delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

      




      
Día número cuarenta y nueve de confinamiento. Ya tenemos la primera experiencia de salir a pasear o hacer deporte. Yo, todavía, ninguna de las dos. Pienso que hay que ser cauto y responsable, quizá sea porque haya gente mayor que quizá necesite salir más que yo, o también, por preservar mi salud, la cuestión es que saldré hoy, sobre todo cuando aminore el calor porque llevamos días de verano puro y duro. Vayamos con sentido común en este desconfinamiento y sin olvidarnos que no podemos ponernos en riesgo ni nosotros ni los demás.
Y continuemos rezando. Eso no puede faltar en nuestra vida. No podemos dejar de orar y de rezar por aquellos que han fallecido, por sus familiares y amigos. También por todos los enfermos y por aquellas personas que se han quedado sin trabajo en estos días por sus familiares para que entre todos podamos ayudarles a salir hacia delante en una situación que se plantea dura. Y como no, por todos aquellos que siguen en sus puestos de trabajo para que nosotros pasemos este tiempo de la mejor manera posible. Esto no se ha acabado, sigue adelante y no podemos desfallecer, pidámosle a Dios que nos dé las fuerzas necesarias para ello.

 Hemos llegado ya al cuarto domingo de este tiempo de Pascua, casi casi sin darnos cuenta ¿verdad? Si lo hemos aprovechado. Espiritualmente hablando, habrá sido una bendición porque desde luego lo que no podemos dudar es que tanto tiempo en casa, si hemos sido capaces de no caer en la tentación de saturar las redes sociales y vivir al margen del WhatsApp y demás distracciones, hemos podido disfrutar de días intensos de oración y de cercanía con el Señor, yo al menos lo he vivido así y lo he intentado con todas mis fuerzas, espero que lo hayáis conseguido vosotros también.

Como decía, celebramos el cuarto Domingo de Pascua, mientras el mundo entero se va replegando de distintas formas ante la realidad de un virus que nos ha descolocado por completo a todos los niveles: sociales, sanitarios, laborales, familiares y personales, y también de fe. Apenas vamos siendo capaces de articular palabra ante una experiencia que no alcanzamos a comprender del todo.  Llegan a nuestros oídos cifras de muertos e informaciones siempre incompletas, mientras en muchos hogares se llora con dolor la pérdida de seres queridos. Vivimos una época de incertidumbre, algo que no le gusta al ser humano porque nos hace sentirnos vulnerables, inseguros, asustados… es normal, ¡nadie lo pone en duda! Pero… ¿no deja esto al descubierto nuestra falta de fe en Dios? ¿Verdaderamente no creemos que Él lo puede todo y que nos ayuda en cada momento? Entonces ¿por qué nos dejamos llevar por esa incertidumbre hasta vivir en una tremenda desazón? Es cierto, no sabemos qué puede pasar en un futuro y eso nos hace inseguros, pero no podemos dejarnos arrastras por ese sentimiento ¿acaso Dios no es más fuerte que la propia muerte? ¿Qué sentido tiene, entonces, su Resurrección?

¡Es Pascua! No podemos olvidarlo. “¡Alegraos!” nos decía Jesús el domingo de Resurrección. Ese mismo Señor Resucitado nos visita en este Domingo del Buen Pastor. Él nos recuerda que no estamos abandonados ni caminamos errantes: tenemos un pastor que nos conoce, para el que somos importantes, que se sabe nuestros nombres y al que le importa profundamente todo lo nuestro. Tampoco somos ovejas descarriadas, condenadas a vivir confinadas o en solitario: pertenecemos a un rebaño, al grupo de aquellos que “quieren seguir las huellas” del Pastor. ¿Le escuchamos? ¿Le obedecemos? ¿nos abandonamos a sus manos? Dicho en una sola palabra ¿confiamos en ese Buen Pastor que es Cristo?

Somos la opción preferencial de Cristo, somos aquellos por quienes entregó su vida, por quienes murió en la cruz. Esto debe hacernos estar alegres y confiados. Esto no debe ser para nosotros el simple recuerdo de alguien que nos quiere sin más, esto es un modo de vida: “morir por los demás”. Eso es lo que hace el Buen Pastor. El Buen Pastor nos conoce, se sabe nuestros nombres, nuestros problemas, se olvida de sí mismo (hasta morir en la cruz) y da la vida por nuestra salvación, por la salvación de la humanidad entera sin excepción. ¿Encontramos alguien dispuesto a vivir de esa manera por nosotros? ¡Sólo Cristo! Por eso debemos vivir unidos a él, por eso él tiene que ser nuestro ejemplo a seguir, el Camino por el que transitar, la Vida que queremos vivir y la Verdad que deberíamos profesar. ¿Estamos dispuestos?

Sentirnos amados, de esta manera por Cristo, sentirnos queridos de un modo tan especial tiene que provocar en nosotros no sólo sentimiento de gratitud, sino, además, sentimiento de entrega. Agradecer a Cristo tanto bien como recibimos de él, significa ponernos en sus manos, significa cumplir su voluntad, o lo que es lo mismo, convertirnos en esos “pastores” que a imagen de Cristo sean capaces de dar la vida por sus ovejas, esto es: por todos nuestros hermanos sin excepción alguna. No podemos seguir al Buen Pastor, sentirnos parte de su rebaño si nuestro egoísmo nos impide amar a nuestros hermanos como Cristo nos ama a cada uno de nosotros, si somos incapaces de no perdonar, de dejar de criticar y juzgar a los demás. No podemos ser parte de este rebaño si en nuestra vida no apartamos la soberbia, la vanidad, el odio, el rencor y nos abrimos a las necesidades de los demás, si en neustra vida no impera el respeto a quienes nos rodean, en definitiva, si no vivimos intentando llegar a ser imagen del Buen Pastor que hoy estamos celebrando. Ese debe ser nuestro cometido en esta vida, esa debe ser nuestra meta a alcanzar ¿estamos dispuestos, al menos, a intentarlo?

“Jesús vive y te quiere vivo”: con este lema (comienzo de la Exhortación del Papa Francisco a los jóvenes) celebramos, también hoy, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y el día de las Vocaciones Nativas. Muchos como Cristo queremos dar nuestra vida por los demás desde la vida sacerdotal, religiosa o misionera. Muchos queremos vivir dando nuestra vida por los demás de esta manera tan específica. Yo no puedo más que agradecerle a Dios que se fijase en mí para ser sacerdote. Después de estudiar alguna que otra carrera, de haber vivido experiencias varias, no me cabe duda que el sacerdocio es lo que da sentido a mi vida. No son renuncias son elecciones, no son esfuerzos sino entregas al Señor. Vivir la vida desde la oración y la consagración del Pan y del Vino, para mí, es lo que me da la felicidad cada día. Por eso hoy no podemos olvidarnos de rezar por todos aquellos que sienten la llamada al sacerdocio, o por los hombres y mujeres que han entregado su vida a Dios mediante la vida religiosa (tanto activa como contemplativa) ¿qué haría la Iglesia sin nuestros religiosos y religiosas? Hospitales, escuelas, residencias (que tan mal lo están pasando en estos días) y un sinfín de actividades más que, todos ellos desde su unión a Cristo, ponen a disposición de cada uno de nosotros. O ¿qué haríamos sin los misioneros y misioneras que dejan sus comodidades para ayudar en todos los aspectos a los más olvidados y necesitados de nuestro mundo? Y, como no, todos vosotros: laicos y laicas comprometidos con la acción de la Iglesia y con el mensaje de Cristo. Sois parte esencial y fundamental de ésta, otra vocación que debemos cuidar, fomentar y que no puede faltar en nuestras oraciones. Por todos ellos, por todos nosotros, recemos especialmente en estos días para que el Señor fomente, en cada uno de nosotros, una vocación específica para convertirnos en imagen del Buen Pastor en medio de nuestra sociedad.


RECUERDA:

La figura del Buen Pastor muestra su opción incondicional por aquellos y aquellas, a quienes conoce en profundidad y ama más que a su vida. No se trata de unos pocos elegidos, sino de la humanidad entera, anhelante de comunión en un mundo quebrado por la violencia, el desamor y la injusticia. Pero para ello hay que abrirse a la novedad radical que él plantea. Nuestros ambientes están ávidos de humanidad y de reconciliación en situaciones donde frecuentemente el fin justifica los medios y las personas son utilizadas al servicio de los intereses personales, económicos, ideológicos, etc. Jesús es la puerta de acceso a unas relaciones y un mundo donde la gratuidad, la confianza y la lealtad son posibles y en ello apuesta su vida.

1.- ¿Cómo estoy viviendo este tiempo de Pascua?
2.- ¿Sigo a Jesús como mi Buen Pastor? Entonces ¿a qué tengo miedo? ¿Qué me impide vivir desde la confianza?
3.- ¿Soy o intento ser imagen del Buen Pastor en medio de mi mundo?

¡Ayúdame, Señor, a vivir sostenido en la incondicionalidad del amor de Dios y su cuidado!